Mientras escribo

Cada libro que se elige tiene una o varias cosas que enseñar, y a menudo los libros malos contienen más lecciones que los buenos.

Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas. No he visto ningún atajo.

La vida no está al servicio del arte sino al revés.

Escribir una historia es contársela uno mismo

“… al primer engaño, la vergüenza es del que engaña; al segundo, del engañado; y al tercero de los dos.”

Siempre he escrito porque me llenaba.
Yo he escrito porque me hacía vibrar. Por el simple gozo de hacerlo. Y el que disfruta puede pasarse la vida escribiendo.
Escribir no es la vida, pero yo creo que puede ser una manera de volver a la vida.

Ha habido momentos de mi vida en que escribir ha sido un pequeño acto de fe, como escupirle a la cara a la desesperación.

Si resulta que tengo que pasar una temporada en el purgatorio antes de que manden arriba o abajo, preveo que mientras haya biblioteca no me quejaré.

Escribir es una labor solitaria, y conviene tener a alguien que crea en ti. Tampoco es necesario que hagan discursos. Basta, normalmente, con que crean.

Parece que las buenas ideas narrativas surjan de la nada, planeando hasta aterrizar en la cabeza del escritor: de repente se juntan dos ideas que no habían tenido ningún contacto y procrean algo nuevo.