Años más tarde una jovencita llamada Lulú a la que quise mucho me pregunto cómo podía saber si estaba delante del amor de su vida y le conteste sin dudar: [“Porque te hará reír hasta que te vuelvas adicta a ese golpe de felicidad. Y notaras la complicidad; le miraras, te mirara y los dos os entenderéis sin palabras”].
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