Malaherba

Una historia muy real ambientada a principios de los 90 en Galicia, el autor es preciso a la hora de detallar aspectos y particularidades sociales de la época, aunque lo verdaderamente importante son los personajes y sus emociones, sus preocupaciones y sus reflexiones. Habla sobre la inocencia en una etapa vital tan peculiar y confusa como es esa infancia en su fase mas cercana a la adolescencia.

Como protagonista una familia común con sus rutinas, sus discusiones, cuyos integrantes por muy cercanos que parezcan no dejan de tener sus particularidades. Un padre carismático que cae enfermo, una madre común en su papel de protectora, una joven de 13 años en plena efervescencia y un protagonista de 10 años inquieto, impulsivo y con mil dudas sobre todo lo que acontece a su alrededor pero ante todo en su interior con todos los mensajes directos e indirectos que va recibiendo.

Una voz la del protagonista, inocente que va descubriendo sin querer el sentimiento del amor con total naturalidad, dudas que va resolviendo a través de los silencios de sus padres y demás adultos, a través de las respuestas evasivas a sus infantiles pero inteligentes preguntas. Una lectura divertida e irónica por momentos, en otros va directo a la angustia y a la soledad personificada en el protagonista de 10 años. Lectura que me ha llevado con nostalgia por momentos a mi niñez y esas emociones que de alguna manera tenemos ocultas u olvidadas.

Con un estilo fluido, irónico y cercano a esas generaciones de los 70 u 80 entre los que me incluyo. Y un final que te dan ganas de saber mas sobre como le fue la vida a los protagonistas...

Malaherba en sus inicios parecía ser la típica novela desenfadada, con un narrador infantil pero contada desde un punto de vista más cercano a la madurez que ha perdido la curiosidad por todo. Pero es muchísimo más que esto.

Esta ternura de los primeros años de conciencia casi real de la vida vivida por ti, tus padres y tu entorno esconde una historia que se irá desplegando como la fatídica confirmación de que los ojos de un niño permanecen solo velados a medias. Como adultos, tendemos a pensar que los niños no captan la esencia verdadera de los problemas y, si por un momento creemos que pueden descubrirla, enseguida los apartamos de esa revelación.

Eso es lo que le ocurre a Tambu, el protagonista del libro, que asiste a veces confiado y a veces tremendamente asustado, a la enfermedad de su padre, a los primeros pasos de una sexualidad confusa y prejuiciosa, a la convivencia con sus compañeros de clase. Es necesario destacar las relaciones tan tiernas con su hermana y su amigo Elvis.

A veces intento recordar cómo era mi propia mirada a esa edad, si como Tambu tenía esa inocencia tan característica que poco a poco se va desmenuzando por el ardor del acontecimiento más duro de todos: crecer.

Por lo demás, es una novela relativamente sencilla de leer por el carisma del narrador, con muchos momentos incluso de risa, no tanto por lo gracioso de lo que se dice sino por la laxitud del autor para soltar algunas perlas. Hasta que llega el final y realmente no sabes qué pensar, no me esperaba esa vuelta de tuerca final. Ahí lo dejo.

Es el primer Jabois que leo y espero que no sea el último. Leo bastante menos literatura española de la que debería y hay auténticas joyitas aún por descubrir.

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Hay fronteras que, a veces, no querríamos traspasar (aunque son ley de vida). Y de estas delgadas líneas nos habla Manuel Jabois en este libro.

Tambu es un niño de diez años que adora a su hermana Claudia. Después de encontrar a su padre inconsciente tirado en una habitación, se irá a vivir con su vecino de arriba y allí conocerá a Elvis, su nuevo amigo y compañero de colegio.

Narrado desde la perspectiva de Tambu, Manuel Jabois deja al lector intuir e interpretar los hechos, de la misma forma que puede hacer un niño con el mundo de los adultos. Una historia tierna, llena de descubrimientos, de primeras veces, de la pérdida de la inocencia cuando se llega a la vida adulta...

Es el primer libro que leo del autor y he empatizado mucho con el protagonista, tal vez por el contexto y la época donde se desarrolla la historia, que fue la misma de mi niñez. He sentido ternura, pena, me he reído con algunas ocurrencias del protagonista. Pero, a veces, la historia me ha resultado en algunos tramos monótona. El broche final de los dos últimos capítulos, me ha dejado el corazón en un puño. Tal vez por eso, el regusto final del libro ha sido algo agridulce.

He marcado varias frases, pero me quedo sin duda con: "(...) Yo creo que porque ese mundo, el de los mayores, consiste en ocultar las cosas preguntándolas, y el de los niños consiste en no querer saberlas respondiéndolas".

Y ahí va Mister Tamburino (¿cómo se haría llamar en ese momento?) repasando a los quince años sus memorias de los diez.
Arranca con el primer día de clases al que no puede asistir porque el padre se descompensa y desde ahí la historia es un subibaja que enlaza la Galicia de los ochentas/noventas con el autodescubrimiento y el descubrimiento del mundo: quién es, quiénes son los que lo rodean. Una mezcla de lo que le pasa, de lo que le pasó, de lo que sabe, lo que cree saber, de lo que calla, de lo que siente… A veces directo, a veces tierno, a veces gracioso (pero no desde la carcajada, sino de la cercanía y también desde la incomodidad) en la descripción de sensaciones y sentimientos creo que está el punto fuerte de esta historia.

Siento decir que pese a las buenas críticas que tiene este libro a mí no me ha gustado, es tierno, no voy a negarlo, incluso te ríes con ciertos comentarios y formas de ver las cosas, que a todos alguna vez en nuestra infancia nos ha pasado, pero hay alguna parte que me ha resultado soez, incluso vulgar.
Es de lectura ágil y rápida, para pasar un buen rato y poco más. Lamentablemente, ha pasado por mi vida sin pena ni gloria.

Conocemos a Tambu, el protagonista de esta obra. Un niño de diez años que va a descubrir y nos va a mostrar a nosotros su cambio, su perdida de la inocencia y su manera de ver las cosas.

Tambu se convierte en el narrador de su propia historia, contada años más tarde desde su adolescencia.

Lo mejor de esta historia es lo que no cuenta, lo que deja intuir y es el propio lector el que debe sacar sus propias conclusiones.

Todo está visto desde los ojos de un niño, de esa manera lo que para un adulto sería lo importante,para él pasa a un segundo plano porque pone el foco en otras cosas, sus cosas.

La narración es maravillosa, aún describiendo situaciones difíciles, como el mundo de la droga, el paro, la violencia, el autor consigue hacerlo con una delicadeza y una dulzura propia de la infancia.

También veremos el descubrimiento de la sexualidad, el amor, la amistad, momentos inolvidables para cualquiera.

Ha sido un regalo, una de esas lecturas que no esperas, un libro que no estaba entre mis pendientes y que se ha convertido en uno de mis referentes.

Es una lectura ideal para LC por todo lo que tiene para compartir.

Este libro lo leí del tirón por ser tan cortito. Me ha dejado un poco fría ya que prometía una historia interesante y me he quedado con las ganas. Pero aún así está bastante bien. La historia está escrita desde el punto de vista de un niño que descubre el amor de una forma distinta a la esperada por el mundo y la muerte al mismo tiempo de una manera muy repentina y sin darse cuenta de lo que realmente implica. La novela esta llena de primeras veces, de primeras experiencias y sentimientos que el niño no acaba de entender. La inocencia del niño hace que muchas veces te entre la risa por la manera en que explica las cosas. Me ha hecho pensar si realmente a esa edad lo vivimos todo de la manera en que lo explica y creo que se acerca bastante.

El narrador de esta historia es Tambú, un adolescente de 15 años que nos relata episodios de su vida cuando tenía 10. le llaman Tambu pero su nombre es Tamburino, que viene del Míster Tamburino de Franco Battiato. Este nombre, se lo pone su padre, al cual, lo que más le gusta es escuchar música en su viejo tocadiscos con los ojos cerrados y fumando un cigarrillo detrás de otro.
Tambu es un niño raro. Es criado dentro de una familia desestructurada. Un padre enfermo, una madre ausente y su hermana Rebe, que coge la batuta que tendrían que llevar sus progenitores para ayudar y proteger a su hermano pequeño.
En esa etapa de su vida, también tendrán mucho peso sus vecinos con los que pasa gran parte de su tiempo cuando su padre enferma: el padre de familia, un borracho que trabaja en casa y sus hijos Claudia y Elvis. Y será Elvis el que comparta con Tambu esas vivencias que transcurren en unos años 80, en una Pontevedra en la que la heroína se llevó prácticamente una generación. Y esa Pontevedra, Jabois la conoce bien.
Esta es una novela de aprendizaje en la que Elvis y Tambu crecerán juntos y serán compañeros en el descubrimiento de un primer amor sin etiquetas y sin nadie que les explique qué está pasando. Compartirán el primer cigarro, la primera pelea, la primera masturbación… y todo ello solos, sin la presencia de una figura paterna que les guíe en esa travesía.
Esta es una novela agridulce sobre la infancia y la pérdida de la inocencia.
La prosa que utiliza Jabois es sencilla y directa y, al igual que en sus columnas, nos sorprende con frases que son como un dardo.
Si bien es cierto, que el lector podrá sentirse en algunos momentos apabullado con tantos nombres, motes, anécdotas escolares y gamberradas callejeras, ya que en ciertos párrafos de la novela podemos perdernos entre tanto dato inconexo. Eso puede “sacar” de su lectura y en determinados momentos, convertirse en farragosa.
Jabois es un autor a tener en cuenta por su forma de escribir y aconsejo a todo aquel lector que no conozca su faceta de columnista, que la revise.

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✨ Malaherba de Manuel Jabois

Una historia sobre lo bello y lo terrible. Una historia de descubrimiento. En la que dos niños viven una extraña y solitaria historia de amor, en esa etapa en la que pasan cosas que no se pueden explicar y sentimientos a los que todavía no se sabe poner nombre.

Esta es parte de la carta de presentación de esta novela y que solo con estos pocos elementos ya me resultaba atractiva.

Desde el inicio descubrí una voz narrativa peculiar, tocada por el humor que puede esconder alguna que otra expresión generada por la curiosidad inocente de los niños, que me envolvió y me llevó en volandas a pasar las páginas sin apenas darme cuenta, disparando mis espectativas de estar frente a una obra extraordinaria, pero lamentablemente rebasando la mitad de la lectura el exceso de anécdotas ajenas a los personajes protagónicos me fueron distanciando de mi entusiasmo inicial, lo que en ningún caso me lleva a decir que no lo haya disfrutado, pero me ha faltado algo o mejor dicho me ha sobrado😏

Considero está obra no es una obra de personajes, es la voz de una generación, que a través de tintes reflexivos, nostálgicos, me atrevería a decir hasta emotivos puede dejar un gran poso, en quienes se encuentren reflejados en ella.
Posiblemente al no ser mi caso llegué al final con un sabor agridulce, algo descolocada incluso🤔

No obstante valoro muy positivamente la pluma del autor y no descarto continuar descubriendo sus obras.

Coge aguja e hilo. Sirve una aguja de las comunes, lo que vamos a hacer no necesita una especial. de hilo puede servir cualquiera, aunque mejor si es fuerte para que cumpla su función con total confianza, no vaya a volver a pasar. Enhebra, pero aún no comiences a coser, que te quiero contar algo.
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Mister Tamburino transita por el camino aún sin asfaltar de la infancia. La lluvia ha convertido este en un lodazal y los carriles de la felicidad y la infelicidad se han juntado formando una masa uniforme. Tambu lo sabe, sin duda, pues le tocó descubrir caras y cruces en la misma época, a sus diez años, a principios de los 90, entre partidas de canicas y de 'Hundir la Flota', y pachangas de fútbol en el parque tras asegurarse que no había jeringuillas: le tocó vivir la enfermedad de su padre, el inicio de la sexualidad y su amor por su vecino Elvis.
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No cosas aún, dame unos segundos más, que quiero decirte que me he divertido y conmovido leyendo las vivencias que nos cuenta él mismo, desde unos años más allá, de aquellos tiempos en los que descubrió lo malo, y también lo bueno que parecía que era malo. Y no solo él: también su hermana Rebe, Elvis y Claudia, la hermana de este, encuentran flores en el camino que, al abrirse, no siempre desprenden el aroma dulce de lo bonito. Un relato elaborado con esa mezcla de lodos de la niñez, cogidos de aquí y de allá, de alegrías pequeñas y una pena enorme; relato en el que vas ahondando y que tiene en el fondo un poso de tristeza denso, como petróleo, que se te queda pegado una vez que terminas la novela y que sigue perdurando en mí días después.
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Uno de los bolsillos de Tambu se rompió por el peso de la pena y por él se le escapó la infancia demasiado pronto. No dejes que también se le escapen los buenos recuerdos. Ahora sí, comienza a coser.
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