En medio del tumulto que me envolvía, ya no distinguía los gritos de piedad de los de alegría, las risas de los lamentos, las voces del ruido; todo era un rumor que resonaba en mi cabeza como el eco en una marmita.
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En medio del tumulto que me envolvía, ya no distinguía los gritos de piedad de los de alegría, las risas de los lamentos, las voces del ruido; todo era un rumor que resonaba en mi cabeza como el eco en una marmita.
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¡Ay! ¡Amar ardientemente a un único ser, amarlo con todo el amor del mundo, tenerlo delante de ti, y que te vea y te mire, te hable y te conteste, y que no te conozca! ¡No querer más consuelo que el suyo, y que sea la única persona que no sabe que la necesitas porque vas a morir!
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Señores del centro, señores de los extremos, la mayoría del pueblo sufre. Llámese esto república o llámese monarquía, el pueblo sufre. Es un hecho. El pueblo tiene hambre, tiene frío, y la miseria lo empuja, según el sexo, al crimen o al vicio. Tengan piedad del pueblo: el presidio les arranca a sus hijos y el lupanar a sus hijas. Tienen ustedes demasiados presidiarios, demasiadas prostitutas. ¿Qué demuestran estas dos lacras? Que el cuerpo social tiene viciada la sangre. Y ahí están ustedes, reunidos en consejo en la cabecera del enfermo; ocúpense de la enfermedad. Una enfermedad a la que ustedes no le están dando un tratamiento adecuado. Estúdienla mejor. |
Porque lo confieso: todavía tenía esperanzas. Ahora, gracias a Dios, ya no las tengo.
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Entre los dos faroles del muelle había visto una cosa siniestra. ¡Ay, era la realidad!
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¿Están seguros de que no se sufre? Que se sepa, nunca una cabeza cortada se ha levantado de la cesta y gritado al pueblo... ¡No duele! ¿Acaso los que han muerto así han vuelto para dar las gracias y decirles: Es un buen invento, estad tranquilos?
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises