El sótano

“El sótano” de Begoña Huertas se trata de la novela póstuma de la escritora que desgraciadamente falleció en Noviembre de 2022. En esta novela, tenemos como protagonista a una mujer con una enfermedad que entrará en un sanatorio de lujo para intentar restituir su salud.
En este sanatorio conocerá a diversos pacientes a los cuales llamará “su grupo” en los que cada uno vivirá y se enfrentará a la enfermedad de diversas maneras pero todos, bajo el influjo de no mencionar jamás los problemas personales de cada uno.
Esta novela en mi opinión tiene cierto carácter autobiográfico en el que la escritora nos muestra el proceso de duelo y el mirar que tuvo hacia su enfermedad. Especialmente tras la noticia de padecer una enfermedad incurable.
Nuestra protagonista vivirá en una constante subexistencia de dejarse hacer, de ser la paciente buena y de no pensar en los problemas porque si no se mencionan, no existen.
El libro aunque cortito (119 pág), está cargado de frases verdaderamente reflexivas dando a la novela cierto toque de densidad que deberás leer de manera pausada y asumiendo cada una de las palabras.
Creo, que es una novela de novelas, es decir, está escrito de tal manera que dependiendo de las vivencias y del estado de ánimo del lector, puedes encontrarte con diversidad de historias. Ciertas partes de la novela se dejan a la total interpretación por parte del lector por lo que creo que ha sido una novela que al haberla leído de manera conjunta, ha enriquecido todavía más las lectura.

“Todavía hoy no sé si después de sufrir un golpe, una persona se vuelve más fray o por el contrario se endurece. Aunque parezca imposible, creo que las dos cosas pueden ocurrir al mismo tiempo” ~ El sótano de Begoña Huertas.

El sótano narra la historia de una mujer que entra en una clínica para tratar su enfermedad. Es un libro que me ha resultado tristón, destila pena por todas las esquinas. Quizá no era mi momento pero es que hay que considerar que es libro póstumo de la autora que falleció por cáncer el año pasado (dato que yo ignoraba cuando lo leí).

Así que ya podéis imaginar lo que os vais a encontrar: miedo, –“entendí muy tarde que sentir miedo o ansiedad en determinadas circunstancias de la vida era lo normal; que lo extraño, lo raro, era no sentirlos”–; algo de esperanza –“hay que tener seguridad para ser alguien. A tener deseos propios también se aprende, también se enseña”–; la soledad de enfrentar la enfermedad –“la enfermedad es una inestabilidad más. Tampoco el cuerpo es seguro, y el miedo atenaza, ata a la pata de la cama”–; las ganas de recuperarse pero la ausencia de fuerzas para hacerlo –“a veces hay que cuidarse incluso en contra de uno mismo”–; la necesidad de alejarse para no implicarse –“nadie daba en realidad nada, la tacañería emocional era absoluta”–; y todos los sentimientos que surgen ante la enfermedad, como el perdón –“para perdonar hay que acidarse de las cosas”–; la aceptación –“el universo es cambiante y la enfermedad no es sino una inestabilidad más”–; o la autocompasión –“cada tarde me ponía los cascos para escuchar música clásica como quien se cambia las vendas”–.

Estos son algunos ejemplos de lo que vais a encontrar dentro. Como veis un libro que a mi me ha resultado triste pero que es cortito.

«A veces el peor enemigo no es el dolor sino el cansancio»
 
Cinco minutos antes de ponerme a escribir la opinión de esta obra tenía una idea, según pasa el tiempo voy matizando alguna cosa, seguramente dentro de unos meses, un año, el recuerdo de ella será diferente. Cuando escuchas el diagnostico de los labios de un médico, el mundo se para, retienes el aire y esperas callada a que se dé cuenta que se confundió de expediente, y estás dispuesta a perdonar el error, solo por el alivio. Tendrá diferentes lecturas para cada uno de nosotros, por las experiencias, quien como yo haya vivido de cerca la enfermedad, mi abuela, mi madrina, mis tíos, hijos de amigos, amigas, mi padre…, y podría seguir, pero el último prefiero no escribirlo, no verbalizarlo, parece menos real, más imaginado, lo mismo que les sucede a los figurantes de nuestra obra. Lo mismo que le sucede a nuestra protagonista, que no tiene nombre, ¿se olvidó Begoña de bautizar a esta mujer de treinta años? Quizá escribir uno cualquiera le sonase muy falso, quizá no lo hizo porque se hacía muy real.
                No es una lectura fácil, no fue una escritura sencilla. Las primeras páginas desconciertan, tanto como debió estar ella al sentarse ante el ordenador, tenía cáncer, había pasado por el tratamiento y estaba intentando superar ese duelo inevitable. Te dice mucho sin contarte nada y explicándotelo todo. Frases con dobles sentido, juego de palabras y más de un silencio.
                Esta es la última novela de Begoña Huertas, murió el 25 de noviembre de 2022, es imposible no pensar que habla de ella, de la pérdida de identidad que sufrió, de la necesidad de encontrar el sentido a la vida para darle valor a la muerte. El sótano se nos revela como el lugar de los horrores, la locura de la enfermedad en estado puro, aquello que deseas ocultar a los demás porque te culpabiliza y avergüenza. Sí culpa y vergüenza, muchos pacientes se sienten culpables antes su enfermedad por el dolor que causan a otros, por el sacrificio que su enfermedad exige. La protagonista esta en el vestíbulo, decidiendo si abandonarse como otros pacientes y seguir en esas habitaciones despersonalizadas que no recuerdan quién fue o salir y disfrutar del resto de su vida con sus dos cosas que merecen la pena.
                Esta es la historia de una mujer que va en busca de su identidad en su nueva realidad. La enfermedad es una inestabilidad más a la que hay que hacer frente. Y si pensamos en la historia y en la autora, esta novela deja un testamento a los que leemos su obra, "no sufráis por mí lo pasé mal, me perdí, estuve muerta antes de estarlo, pero me encontré y me fui en paz, mi vida estuvo rodeada de creación y amor".

“Se dice: forjarse una personalidad. Forjar, unir piezas mediante el fundido. Piezas separadas no en el espacio sino en el tiempo. Cada instante soy imperceptiblemente otra”.

La obra póstuma de Begoña Huertas habla de enfermedad, de cambio, de identidad, de la muerte y de los modos de afrontarla. La novela es breve, pero descender al sótano junto a la protagonista para ver cómo se enfrenta a sus miedos no ha sido fácil. Me ha “gustadolido”.

“La muerte me parecía la continuidad natural de un proceso que estaba en marcha y que no era otro sino la disolución del yo”.

Los personajes de este libro creen que en el estado latente que propicia la clínica en la que han decidido internarse evitan el desgaste de vivir. La contundencia y la verdad de la frase da miedo. Porque vivir desgasta. Vivir enfermo desgasta mucho más. Pero ya lo dijo la gran Virginia: no se puede encontrar paz evitando la vida.
Evitar hablar del dolor no lo suprime. Evitar verbalizar el final no lo hará menos probable. Aunque cada uno se consuela como quiere, eso es cierto. Y si no se consuela, al menos sigue adelante. Pero hay otros que en esa negación de la realidad solo encuentran opresión. No mejoría ni alivio. Solo pérdida. Y preguntarse todo aquello que se supone que no debe cuestionarse es, de alguna manera, una liberación.
Leer El sótano es pararse cada minuto a reflexionar sobre cosas que quizá no tengan ningún sentido. Pero quizá lo tienen todo. ¿Qué es la enfermedad? ¿La ausencia de enfermedad es lo mismo que estar sano? ¿Cuál es la actitud adecuada ante el dolor? ¿En qué consiste realmente la vida? ¿Cómo encajas tú en todo eso?