Porque si cazar es siempre una diversión, no cabe duda que hacerlo furtivamente es un placer exquisito.
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Porque si cazar es siempre una diversión, no cabe duda que hacerlo furtivamente es un placer exquisito.
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Cuando se poda un árbol brotan en su tronco y en sus ramas nuevos retoños. Así ocurre también con un alma enferma en su floración y maleada en su germen que retoña nuevamente y vuelve a la época primaveral del principio, a la niñez irresponsable e inocente, como si pudiera descubrir en ella nuevas esperanzas y anudar el hilo roto de la vida. Los retoños del tronco y de las ramas crecen también con fuerza y rapidez, pero siempre siguen siendo retoños sin llegar jamás a árbol.
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El destino le dejó regocijarse de sus ocultos designios y gozar diariamente con las gotas de alegría y fuerza vital que rezumaba la vasija de la muerte. Muy poco era ll que hasta entonces habían recibido de él aquel joven ser, pero necesitaba redondear su círculo y no deseaba que desapareciese antes de poner en sus labios un poco de la dulzura de la vida.
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Y ahora a no ser débil, porque sino es fácil resultar atropellado; quedar bajo la rueda.
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Y así se repite, de escuela en escuela, el espectáculo de la lucha entre la ley y el espíritu, y volvemos a ver siempre cómo Estado y escuela se abstraen en la tarea de matar y desarraigar a los espíritus más hondos y valiosos que brotan cada año. (...) Algunos empero -¿y quién sabe cuántos?- se consumen en silenciosa terquedad y acaban por hundirse.
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Y entre genios y maestros existe desde antaño un ancho abismo, y cuando cualquiera de los primeros apunta en la escuela, es para los profesores un horror anticipado. Genios son todos los peores, los que no muestran ningún respeto en su presencia, los que comienzan a fumar a los catorce años, se enamoran a los quince y a los dieciséis frecuentan la taberna, escriben composiciones insolentes y rebeldes, leen algunos libros prohibidos y se manifiestan, en todo momento, como candidatos a los más severos castigos. Un maestro tiene más a gusto diez asnos notorios que un solo genio en su curso.
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Sólo Shakespeare, Schiller y Lenau, sus verdaderos amigos, seguían mostrándole un mundo grande y poderoso, totalmente diferente a aquel que le rodeaba.
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Ambos se miraron fijamente al rostro. Con seguridad cada cual sintió, en aquel instante, la certeza de que tras aquellas facciones indecisas y casi infantiles se ocultaba un carácter singular, con particularidades bien definidas, y un alma que luchaba y que sufría para encontrar su camino recto.
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Había oído decir que la música era de utilidad en la vida, que transformaba el carácter de los hombres en afable y sensible.
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Había en ellos algo violento y primitivo, desbordado y sin norma que tuvo que ser destruido; una llama peligrosa que hubo que apagar antes de que se propagara.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises