Un turbio anhelo me incita a adentrarme por lo montes y en lágrimas se disipan mis inefables dolores. |
Un turbio anhelo me incita a adentrarme por lo montes y en lágrimas se disipan mis inefables dolores. |
Así que has olvidado por completo el tiempo en que reiné en tu corazón, tan cariñoso, hipócrita y pequeño, que con ninguno admite parangón. |
Tú no eres feliz; yo no me quejo... Amor mío, ¡seremos desgraciados! Mientras no muera el corazón enfermo, ¡seremos, amor mío, desgraciados! En tus labios retoza la ironía, la insistencia fulgura en tu mirada y el orgullo en tu interior palpita; eres, igual que yo, desventurada. Invisible el dolor, tus labios tiemblan; tus pupilas empaña oculto llanto; tu altivo corazón: llaga secreta. Amor mío, ¡seremos desgraciados! |
Por más que tenga el alma desgarrada, amor perdido, no me quejo yo. Pese a las joyas con que te engalanas, ningún rayo te alumbra el corazón. Ha mucho que lo sé: te vi en sueños, la noche vi que mora en tus entrañas, la sierpe vi que te devora el pecho y advertí que te sientes desgraciada. |
Corazón mío, que soportas tanto, ¡no guardes rencor a la pérfida! Sufre, sufre y perdona a la preciosa necia. |
¡Necio es el mundo, además de ciego y su absurdo aumenta cada día! Dicen de ti que tienes muy mal genio, de ti lo dicen, bella niña mía. ¡Necio es el mundo, además de ciego, y a conocerte nunca llegará! No sabe cuán gozosos son tus besos ni cuán embriagadores arderán. |
Ardoroso resplandece, callado, el cielo contempla y fragante se estremece llorando de amores pena. |
Inmóviles en el cielo permanecen las estrellas, mirándose milenarias, sufriendo de amor las penas. |
Hace poco, tu rostro, tan querido y tierno, en sueños se me apareció: hermoso, angelical y compasivo, mas palente, palente de dolor. Rojos sólo los labios, con un beso pronto la muerte los apagará y los devotos ojos que del cielo toman su resplandor se extinguirán. |
Cuando tus ojos contemplo, huyen penas y dolor; mas cuando tus labios beso, hallo plena curación. Cuando en tu pecho descanso, siento un placer celestial; mas cuando dices: "¡Te amor!", amargo he de llorar. |
Marinero en tierra