Por unos infames ángeles hube de guardar silencio y fueron esos malvados quienes mísero me hicieron. |
Por unos infames ángeles hube de guardar silencio y fueron esos malvados quienes mísero me hicieron. |
¿Qué quiere la aislada lágrima que me empaña la pupila? En mi ojo se ha quedado: resto de pasados días. |
¡Yo, desdichado Atlas, de quebrantos un mundo entero he de soportar! Lo insufrible resisto y en mi pecho desea estallar mi corazón. ¡Tú, corazón altivo, lo quisiste! Quisiste ser feliz, feliz sin fin o sin fin desdichado, tú, altivo y desdichado eres, corazón. |
Entré en aquellas salas en que un día me prometió fidelidad perenne: donde antaño sus lágrimas caían pululan ahora sierpes. |
Desde entonces, mi cuerpo y mi alma se consumen por un afán transido. Me envenenó aquella desdichada con el llanto en el que se deshizo. |
Desde que no resplandece para mí, amor, tu mirada, allá donde estoy, me envuelven sórdidas sombras opacas. Se me extinguió el dulce brillo, del amor la aúrea estrella; a mis pies se abre un abismo: ¡acógeme, noche eterna! |
En sueños he llorado: soñaba que de mí te separadas; al despertar, larga y amargamente el llanto me anegaba. En sueños he llorado: soñé que mi amor aún te embargaba; al despertar, seguían a raudales afluyendo las lágrimas. |
Al separarse, las manos suelen darse los amantes y se deshacen en llantos y suspiros incesantes. Mas nosotros no lloramos ni lanzamos ayes, quejas; sólo más tarde llegaron las lágrimas y la pena. |
Mas ella fue la que mayor suplicio, irritación y pena me causó, porque ni amor ni odio nunca me profesó. |
¡Te amé y te amo todavía! Si el mundo se derrumbara, sobre sus ruinas las llamas de mi amor se elevarían. |
Marinero en tierra