(..) serán estos momentos cotidianos los que mejor recordaré: Peter mordiendo una galleta de chocolate con ansia; el sol que entra por la ventana de la cafetería y se refleja en su cabello castaño; su manera de mirarme.
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(..) serán estos momentos cotidianos los que mejor recordaré: Peter mordiendo una galleta de chocolate con ansia; el sol que entra por la ventana de la cafetería y se refleja en su cabello castaño; su manera de mirarme.
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Me gusta su manera de verme, como si fuera una ninfa de los bosques con la que se tropezó un día y a la que no tuvo más remedio que llevarse a casa para siempre.
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Me considera tan peculiar que no pienso ser yo quien le informe de que no lo soy tanto, y de que hay un montón de gente a la que le gusta quedarse en casa, hacer galletas y álbumes de recortes y visitar bibliotecas. La mayoría de ellas tienen más de cincuenta años, pero eso da igual.
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Supongo que eso también es parte de crecer: decir adiós a las cosas que solías amar.
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Nunca digas que no cuando realmente quieres decir que sí.
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Algún día todo esto será prueba, prueba de que estuvimos aquí, prueba de que nos amábamos. Es la garantía de que pase lo que pase en el futuro, este tiempo fue nuestro.
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Siempre he tenido miedo a los cambios, pero ahora mismo no me siento así. Estoy emocionada. Ahora veo lo que es un privilegio, estar emocionada por a dónde voy
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A veces desearía que nos hubiéramos conocido a los veintisiete años. Los veintisiete parecen una buena edad para conocer a la persona con la que vas a pasar el resto de tu vida. A los veintisiete aún eres joven, pero con algo de suerte ya estás bien encaminado para convertirte en la persona que quieres ser.
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No siempre podrás protegerlo del dolor, cariño, por mucho que lo intentes. Ser vulnerable, dejar que la gente se acerque a ti, sufrir... Todo eso forma parte de enamorarse.
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Cuando pierdes a alguien y todavía duele, ahí es cuando sabes que el amor fue real.
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Manolito ...