No son imaginaciones tuyas: la mayoría de la gente es horrible
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No son imaginaciones tuyas: la mayoría de la gente es horrible
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Aunque Seisymedia nunca sería químico, era perro. Y como tal sabía reconocer cuándo un vínculo era permanente.
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Lamentablemente, tanto sus padres como la Iglesia católica, coincidían en que también en ese aspecto había fracasado.
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Yo creo que la religión nos saca las castañas del fuego. Creo que nos enseña a pensar que en realidad no tenemos culpa de nada; que hay algo o alguien que tira de las cuerdas; que, al fin y al cabo, no tenemos la culpa de cómo son las cosas; que para mejorarlas basta con rezar.
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Tengo localizada y memorizada la ubicación de tu carótida.
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¿Un lápiz en lugar de un bolígrafo? Porque a diferencia de la tinta el grafito se puede borrar. Todos cometemos errores, señor Roth. El lápiz nos permite corregirlos y seguir adelante. Los científicos damos por sentado que el error existe, razón por la cual aceptamos el fracaso.
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Eso nos conduce al tercer enlace, el enlace de hidrógeno; el más frágil y delicado de todos. Para mí representa el “flechazo amoroso”, porque la atracción entre ambas partes se deriva únicamente de una información visual: a usted le gusta su sonrisa, a él su pelo. Pero resulta que, al entablar conversación, usted descubre que tras ese hombre se esconde un nazi en potencia que piensa que las mujeres se lamentan demasiado. ¡Puf! Al instante ese delicado enlace se rompe. Ahí tienen el enlace de hidrógeno, queridas telespectadoras, un recordatorio químico de que, cuando las cosas parecen demasiado buenas para ser verdad, probablemente lo sean.
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Muy a su pesar, Wakely descubrió que coincidía con él. Nadie tenía que rezarle a Blancanieves o temer la ira de Rumpelstiltskin para comprender el mensaje. Los cuentos eran breves, memorables y cubrían todos los fundamentos del amor, el orgullo, la locura y el perdón. Sus parábolas se servían en porciones sencillas: no seas imbécil; no hagas daño a personas ni animales; comparte lo que tienes con los desfavorecidos. En resumidas cuentas, pórtate bien.
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¿Qué tiene de malo creer en nosotros mismos? En cualquier caso, si es preciso recurrir a historias, ¿por qué no basarse en fábulas o cuentos de hadas? ¿Acaso no son vehículos igualmente válidos para la enseñanza de la moral? O mejores, diría yo incluso, puesto que nadie tiene que fingir que las fábulas y los cuentos son verdad.
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Los seres humanos tienen la necesidad innata de creer en algo superior a ellos.
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