Aquí es donde nos acostumbramos a la presencia cercana de los unos y los otros,movidos por las mismas necesidades esenciales de alimentarnos y vestirnos.Lo queramos o no, aquí nos constituimos en una comunidad de deseos.
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Aquí es donde nos acostumbramos a la presencia cercana de los unos y los otros,movidos por las mismas necesidades esenciales de alimentarnos y vestirnos.Lo queramos o no, aquí nos constituimos en una comunidad de deseos.
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En la "salida sin compra", el vigilante con la mirada clavada en las manos, en los bolsillos. Como si salir sin mercancía fuera una anomalía sospechosa. Culpable de facto, por no comprar nada.
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Me pregunté por qué los supermercados nunca estaban presentes en las novelas que se publicaban, cuánto tiempo necesitaba una realidad nueva para acceder a la dignidad literaria. Hipótesis, hoy: 1) los supermercados están relacionados con la subsistencia, cosa de mujeres, y durante mucho tiempo han sido ellas las usuarias principales. Y lo que entra en el ámbito de la actividad más o menos específica de las mujeres es tradicionalmente invisible, no se tiene en cuenta, como, por otra parte, el trabajo doméstico que realizan. Lo que no tiene valor en la vida no lo tiene tampoco para la literatura. 2) hasta los años 1970, los escritores, tanto mujeres como hombres, eran mayoritariamente de origen burgués y vivían en París donde las grandes superficies no estaban implantadas. (No veo a Alain Robbe-Grillet, Nathalie Sarraute o Françoise Sagan haciendo compras en un supermercado, a Georges Perec sí, pero puede que me equivoque). |
En la sección de quesos, me fijo en una pareja joven. Dudan. Como si no tuvieran costumbre, como si fuera algo nuevo entre ellos. Hacer la compra entre dos por primera vez sella las primicias de una vida en común. Supone armonizar los gustos, los presupuestos, y ante todo construir una pareja en torno a la alimentación, esa necesidad primaria.
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