Seguramente en la ciudad se pierde mucho el tiempo-pensaba el Mochuelo- y, a fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era asi de rara, absurda y caprichosa. El caso era trabajar y afanarse en las cosas inútiles o poco prácticas (pg 8).
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