Las capas de pérdidas hacen que la vida parezca fina como el papel.
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Las capas de pérdidas hacen que la vida parezca fina como el papel.
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Me asusta esa sensación de una ascendencia que se desvanece, que se me escapa, pero al menos conservo suficiente para el mito, si no para la memoria.
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La decepción con mi tierra natal ha sido una constante en mi vida, pero está animosidad tan áspera es nueva.
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La felicidad se convierte en una debilidad porque te deja indefenso frente al dolor.
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¿Quizá el amor, aunque sea inconscientemente, conlleva la arrogancia engañosa de creerse a salvo de la pena?
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Una risa que nunca volveré a reír. "Nunca" ha llegado para quedarse. "Nunca" parece un castigo demasiado injusto. Durante el resto de mi vida, viviré tratando de alcanzar cosas que ya no existen.
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¿Es posible volverse posesiva con el propio dolor? Quiero llegar a conocerlo, quiero que me conozca.
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Es un refugio, está negación, este rechazo a mirar. Por supuesto, el esfuerzo conlleva su propio dolor, y por tanto estoy mirando de reojo en la sombra oblicua del mirar, pero imagina la catástrofe de una mirada directa, inquebrantable.
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El dolor no me sorprende, pero sí su componente físico: un amargor insoportable en la lengua, como si hubiera comido algo que aborrezco y no me hubiera cepillado los dientes; un peso horrible, enorme, en el pecho; y dentro del cuerpo, una sensación de disolución eterna.
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¿Por qué noto los costados tan cansados y doloridos? De llorar, me dicen. No sabía que llorásemos con los músculos.
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"Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo" ¿El personaje de qué libro está hablando?