"No sabía que hubieran bautizado la enfermedad con el nombre del primer ministro británico. Pero las ganas de reír se le pasaron de golpe cuando entró en la habitación de Adanna. La niña estaba acostada en una estera, con los ojos medio cerrados. Olanna la acarició la mejilla con el dorso de la mano para comprobar que no tuviera fiebre, aunque ya lo sabía. Tendría que haberse dado cuenta antes. Adanna tenía el vientre hinchado y la piel muy pálida, mucho más que hacía unas semanas."
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