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Natalia Zaratiegui (Otro)
ISBN : 8418395648
368 páginas
Editorial: Editorial Alma (22/06/2022)

Calificación promedio : 3.5/5 (sobre 3 calificaciones)
Resumen:
Formidable escritor y poseedor de una personalidad arrolladora, Gilbert Keith Chesterton convirtió la paradoja y el sarcasmo en sus principales armas literarias. Las historias de El hombre que sabía demasiado nos presentan a Horne Fisher, un investigador que no resuelve los crímenes gracias a su ingenio ni a sus dotes deductivas, sino por sus conocimientos sobre los entresijos de la política británica y por su intrincada red de contactos. Pero no es el único persona... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (4) Añadir una crítica
Beatriz_Villarino
 14 October 2022
Hay que leer a Chesterton. Aunque no nos guste la política. Aunque no confesemos con ninguna religión. A pesar de eso, todos deberíamos leer, al menos, uno de los ocho relatos que conforman El hombre que sabía demasiado. Son relatos independientes, pero de alguna manera, vamos siendo testigos en ellos de cómo la amistad entre Horne Fisher y Harold March va creciendo, desde que se encuentran en La cara en el blanco hasta que se separan en La venganza de la estatua. Una amistad en la que prima, sobre todo, el respeto y la confianza por lo que la fidelidad está asegurada.

Los relatos constituyen una paradoja sobre la condición de la sociedad y están construidos desde el humor y el espíritu crítico. Cada uno comienza con la exposición de un ambiente determinado en el que las intenciones que llevan los agrupados allí se verán malogradas por un asesinato. El nexo de unión de los relatos es Horne Fisher, un político que no ejerce pero sí su familia y sus conocidos. El narrador, en tercera persona, expone cada caso como un acertijo de lógica aunque Fisher se valga también, para resolverlo, de excelentes razonamientos filosóficos.

Harold March es un periodista político cuyos conocimientos sobre el funcionamiento del gobierno son extraordinarios pero tiene poca intuición sobre la manera de pensar de los demás y se deja convencer fácilmente; para eso está asistido por Fisher, alguien que se dedica a observar a los demás, llegando a conocer perfectamente al ser humano. Esto, lejos de contentarlo, lo ve como una fatalidad; tiene la impresión de que sabe demasiado. Probablemente sea esa la causa de su apatía ante lo que lo rodea. Entre estos dos personajes retratan, a lo largo de los ocho relatos, las pasiones humanas: el complejo de inferioridad en La cara en el blanco, el fanatismo religioso o político en Las fugas del príncipe, la avaricia en El alma del colegial, la extorsión en La fuente insondable, la deslealtad hacia la propia profesión en El agujero en la pared, la culpa en Manía de pescador, los intereses personales por encima de la familia en El loco de la familia y la honradez pese a la familia en La venganza de la estatua.

Estos arrebatos consiguen hacer del ser humano alguien atroz, sin escrúpulos para agraviar de forma oculta, mientras intenta que los demás no distingan su evidente incapacidad. En todos los relatos la hipocresía humana es evidente y universal; a pesar de estar escritos en 1922 el mal funcionamiento político es bastante actual.

Como Sherlock Holmes y Watson, en 1887, Fisher y el bueno de March forman una pareja entrañable y aguda a quien no confunden las apariencias por muy engañosas que sean. A pesar de su aire despistado, la lógica con la que Fisher encara las desapariciones es aplastante; Chesterton se vale de ella para proclamar, ante todo, el sentido común como único recurso para mantener en paz una sociedad, algo que si en 1922 estaba en entredicho, en 2022 también.

Hay otro punto que une estos cien años, y es la falta de ética general. En realidad leer a Chesterton supone la desilusión que lleva el confirmar el escaso razonamiento del ser humano cuando se trata de pensar como colectivo frente a las excesivas reflexiones si queremos sacar provecho de manera individual. El sentido común de Fisher va unido al sentido del humor del narrador. Los relatos tienen gran inventiva, son agudos e ingeniosos, tanto que en pocas páginas consiguen resolver un crimen o un robo «me parecía que en ese asesinato había un error […] Un hombre había llevado allí a otro con intención de precipitar su cuerpo en el pozo; pero nadie había caído finalmente en él […] una fea sospecha sobre cierta posible sustitución, sobre un cambio de papeles»

El método que usa es casi siempre deductivo, parte de dos o tres premisas para llegar a la conclusión, o bien parte de unos hechos con los que elabora una hipótesis, la enfrenta a la realidad y la confirma «…Pero si estaba muerto y usted tenía una razón para matarlo, pudo callarse por miedo […] —Sí, yo tenía un motivo. —Entonces está a salvo —repuso Fisher…».

Para el detective aficionado la búsqueda de la verdad está siempre en la virtud del ser humano, por eso los inocentes quedan a salvo; pero en general, los ocho cuentos de El hombre que sabía demasiado suponen una visión amarga y desesperanzada «Gané la elección, pero jamás entré en los Comunes. Mi vida se ha desarrollado en aquel cuartito de una isla solitaria. […] Probablemente moriré allí» El apático Horne Fisher, relacionado con las altas esferas políticas, se ve envuelto en diferentes asesinatos que consigue resolver, a pesar de que en la resolución permanece el tono amargo del fracaso; el asesino puede quedar libre porque sería improbable que la sociedad creyera su culpabilidad de tan absurda que resulta. Los asesinos planean crímenes perfectos y sólo Fisher está en posesión de la verdad, «La inteligencia contemporánea no acepta nada que se le imponga por autoridad, pero en cambio acepta cualquier cosa sin autoridad».

El humor y los planteamientos asombrosos son una excusa para exponer la psicología del ser humano y la clave de su comportamiento, algo que se aprende a base de escuchar y observar, «En realidad todos nosotros vivimos en la más absoluta dependencia y sin embargo hablamos sin cesar de independencia».

Fisher está atento a todo lo que ocurre a su alrededor: cambios, estructuras, opiniones… a veces una palabra es la clave para dar con el asunto; de esta manera se mete en la piel del asesino y puede entender su punto de vista; interpreta lo que ve y llega a asombrosas paradojas que aparecen en el relato como metáforas, «el lápiz de plata de la luna…», ironías o juegos de ingenio «si hay algún animal viviente que detesto es un valet».

Asombra encontrar, en una narración repleta de duras críticas a la hipocresía humana y a la realidad sociopolítica, la gran imaginación visual de las descripciones en las que aparecen, con tintes nostálgicos, conjunciones en desuso de origen medieval, «Horne Fisher, maguer su afectada indiferencia…», sustantivos americanos «había escuchado esas futilezas con íntima impaciencia» o locuciones preposicionales típicas en Argentina, indudable fruto del magnífico traductor, Julio Cortazar, «Y luego de atravesar el césped pasó al otro lado…».

Además, en esta maravillosa edición de Alma Clásicos Ilustrados, podemos leer otros relatos en los que quedan confrontadas la lógica y la superstición para llegar a la conclusión, como en El relato de los árboles pavo real, de que las apariencias engañan y la verdad puede residir donde no se la espera, «Todas las lánguidas maneras del esteta lo abandonaron de pronto». La confrontación de la torre de la traición complica un espacio onírico hasta que es capaz de ordenar el caos, de sacar a la luz el enigma sin violencia, algo que dice mucho del optimismo de Chesterton «En la soledad de aquel callado y frondoso desierto el joven andaba hacia atrás […] Cuando este muro miraba hacia el oriente, las piedras relucían como pálidos mármoles».

Y por supuesto, las ilustraciones de Natalia Zaratiegui aportan otro valor añadido a este clásico. Es increíble cómo láminas tan sencillas, en rojo y negro, exponen la reflexión que el autor realiza en sus cuentos.

El relato y la ilustración quedan unidos como muestra del arte contemporáneo.

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balborraz
 05 November 2022
Decía Negro, el narrador y protagonista canino de “Los perros duros no bailan”, novela de Arturo Pérez-Reverte, que “a diferencia de los humanos, los cánidos apenas conocemos la hipocresía. Somos lo que somos, y punto”. Siguiendo ese mismo razonamiento podríamos decir que los seres humanos no solo nadamos entre hipocresía, si no que la mayoría somos grandes hipócritas. Si alguno alberga dudas seguramente sea porque su nivel de hipocresía aún es más alto de lo habitual, así que siempre podrá leer a Chesterton y si es un poco avispado analizar sus textos extrapolándolos en el tiempo a la actualidad político social del país en el que viva, dándose cuenta de la hipocresía reinante y de lo poco que cambian las cosas con el paso del tiempo (estos relatos se publicaron originariamente en 1922).

El hombre que sabía demasiado y otros relatos, se presenta en una edición muy cuidada de la editorial Alma: tapa dura, hilo marcapáginas, e ilustraciones que amenizan cada uno de los 15 relatos que la componen, traducidos del inglés por el escritor (y traductor) argentino Julio Cortázar. Los relatos son independientes, y no habría porqué leerlos en un orden determinado, a excepción de los ocho primeros, pertenecientes a El hombre que sabía demasiado, en los que sí sería recomendable, (al menos en una primera lectura), que se leyeran en el orden en el que figuran, o al menos que se empiece por el primero y se acabe por el octavo, pues en el octavo, titulado “La venganza de la estatua”, Chesterton desvela una de las incógnitas que surgen en el primero (La cara en el blanco), revelando además otros importantes datos que podrían viciar la lectura de los anteriores.

El hombre que sabía demasiado es el plato fuerte de la obra, siendo los protagonistas investigadores de estos relatos un misterioso caballero llamado Horne Fisher y el periodista político Harold March, alrededor de los cuales irán surgiendo toda clase de misterios y hechos punibles que la mayoría de las veces quedarán impunes. Fischer sabe por qué, y ya en el primer capítulo nos deja claro que él sabe demasiado. A medida que avance en la lectura, el lector irá descubriendo el porqué.
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—Parece estar enterado de todo lo que se refiere a Burke —observó March, con una risa en la que había algo de confusión—. Y a muchas otras gentes también.
La calva frente de Fisher se arrugó bruscamente, y una curiosa expresión asomó a sus ojos.
—Sé demasiado —dijo—. Eso es lo malo en mí. Eso es lo malo en todos nosotros y en el mundo entero: sabemos demasiado. Demasiado acerca de los demás, demasiado acerca de nosotros mismos. Y por eso me siento ahora interesado en una cosa que todavía no sé.
—¿Y es…?
—Por qué murió ese diablo.
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En sus relatos, Chesterton, aporta gran cantidad de datos y descripciones, en una narración donde no falta la paradoja y el sarcasmo, lo que no favorece la lectura fácil ni rápida, pues el lector ha de poner atención en cada dato e ir pensando de dónde le vienen los tiros, motivo por el que hice hincapié en aquello de la primera lectura, pues si ya releer cualquier libro permite al lector percatarse de gran cantidad de datos que en la primera pasaron desapercibidos, en estos ocho primeros relatos de Chesterton, y una vez conocido el desenlace de los mismos, posibilita que una segunda vuelta sea aún más satisfactoria.


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Alsondeunlibro
 01 September 2022
Relatos cargados de ironía. Crímenes ficticios que ofrecen testimonios velados sobre la sociedad inglesa de principios del siglo XX. Una vuelta de tuerca al género policíaco.

Chesterton fue un periodista, escritor y filósofo británico. Es muy conocido por sus relatos, sobre todo los que tienen por protagonista al Padre Brown, así como por sus ensayos, aunque también cultivó la poesía y el teatro. Sus obras están muy influenciadas por su pensamiento político y religioso, basado en la idea de justicia social.

Llevaba tiempo con este autor en el punto de mira y finalmente decidí lanzarme a la aventura con “El hombre que sabía demasiado” (1922) y otros relatos. Y digo “lanzarme a la aventura” porque he de reconocer que no soy muy aficionada a la narrativa detectivesca, ámbito en el que despuntó Chesterton. No obstante, puedo decir que he salido airosa de esta experiencia, ya que he disfrutado de los crímenes protagonizados por el misterioso Horne Fisher, así como del resto del historias y escenarios construidos por el autor.

¿Por qué son tan especiales estos cuentos? Por el sarcasmo y el ingenio que destilan y la sutileza con la que Chesterton critica a las tres grandes ruedas que ponen en marcha (y a prueba) la maquinaria social: la política, la policía y la prensa. “El hombre que sabía demasiado” actuaba movido por sus conocimientos sobre el medio y no tanto por su agudeza visual y psicológica, claves en cualquier investigador notable. Fisher era un esclavo de su propio bagaje y posición, lo cual lo convierte en una víctima inmersa en los entresijos y redes dominadas por el poder, la falsa diplomacia y los intereses creados.

Me gustaría destacar también el relato “El jardín de humo” por su ambientación, la elegancia y exuberancia de sus descripciones, y el envolvente manejo del ritmo y el misterio. Chesterton tiene un estilo muy pulido en el que la paradoja brilla con luz propia. Sus casos se enmarcan en ambientes seductores, encierran tintes poéticos y están poblados por seres atractivos, enigmáticos y curiosos. Según Borges: «Hubiera podido ser un Edgar Allan Poe o un Kafka; pero prefirió -debemos agradecérselo- ser Chesterton».
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sara92cr
 05 October 2022
Este ha sido mi primer contacto con Chesterton.


En el hombre que sabía demasiado nos encontramos una suerte de Sherlock y Watson que a su vez poco tienen que ver.
Harold March es un joven periodista político que conoce al curioso Horne Fisher mientras este pescaba. Tras presenciar lo que parece un accidente, ambos se unen para ver qué ha podido pasar. Marcha descubrirá ese día que Fisher realmente sabe demasiado, ya que no es tanto por su perspicacia visual como por su bagaje y conocimientos, que consigue resolver las situaciones a los que ambos se enfrentarán.

Alma editorial nos trae una edición preciosa y cuidada de El hombre que sabía demasiado, acompañado por varios relatos más: Los árboles de ma soberbia, El jardín de humo, Cinco de espadas y La torre de la tradición.

Si algo caracteriza a todos estos relatos es el misterio, el ingenio y el sarcasmo. Todo unido crea una obra que tira a lo policiaco muy disfrutable. Fan declarada de Fisher, tengo que decir.

Algo que no ha terminado de gustarme del libro ha sido la traducción, de mano de Julio Cortázar, tras compararlo con otra la de otra editorial. Más por gusto personal que por falta de calidad, obviamente.


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Video de G.K. Chesterton (1) Ver másAñadir vídeo
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Apartes de la novela El poeta y los lunáticos, del escritor inglés Gilbert Keith Chesterton.
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