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Crítica de balborraz


balborraz
05 November 2022
Decía Negro, el narrador y protagonista canino de “Los perros duros no bailan”, novela de Arturo Pérez-Reverte, que “a diferencia de los humanos, los cánidos apenas conocemos la hipocresía. Somos lo que somos, y punto”. Siguiendo ese mismo razonamiento podríamos decir que los seres humanos no solo nadamos entre hipocresía, si no que la mayoría somos grandes hipócritas. Si alguno alberga dudas seguramente sea porque su nivel de hipocresía aún es más alto de lo habitual, así que siempre podrá leer a Chesterton y si es un poco avispado analizar sus textos extrapolándolos en el tiempo a la actualidad político social del país en el que viva, dándose cuenta de la hipocresía reinante y de lo poco que cambian las cosas con el paso del tiempo (estos relatos se publicaron originariamente en 1922).

El hombre que sabía demasiado y otros relatos, se presenta en una edición muy cuidada de la editorial Alma: tapa dura, hilo marcapáginas, e ilustraciones que amenizan cada uno de los 15 relatos que la componen, traducidos del inglés por el escritor (y traductor) argentino Julio Cortázar. Los relatos son independientes, y no habría porqué leerlos en un orden determinado, a excepción de los ocho primeros, pertenecientes a El hombre que sabía demasiado, en los que sí sería recomendable, (al menos en una primera lectura), que se leyeran en el orden en el que figuran, o al menos que se empiece por el primero y se acabe por el octavo, pues en el octavo, titulado “La venganza de la estatua”, Chesterton desvela una de las incógnitas que surgen en el primero (La cara en el blanco), revelando además otros importantes datos que podrían viciar la lectura de los anteriores.

El hombre que sabía demasiado es el plato fuerte de la obra, siendo los protagonistas investigadores de estos relatos un misterioso caballero llamado Horne Fisher y el periodista político Harold March, alrededor de los cuales irán surgiendo toda clase de misterios y hechos punibles que la mayoría de las veces quedarán impunes. Fischer sabe por qué, y ya en el primer capítulo nos deja claro que él sabe demasiado. A medida que avance en la lectura, el lector irá descubriendo el porqué.
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—Parece estar enterado de todo lo que se refiere a Burke —observó March, con una risa en la que había algo de confusión—. Y a muchas otras gentes también.
La calva frente de Fisher se arrugó bruscamente, y una curiosa expresión asomó a sus ojos.
—Sé demasiado —dijo—. Eso es lo malo en mí. Eso es lo malo en todos nosotros y en el mundo entero: sabemos demasiado. Demasiado acerca de los demás, demasiado acerca de nosotros mismos. Y por eso me siento ahora interesado en una cosa que todavía no sé.
—¿Y es…?
—Por qué murió ese diablo.
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En sus relatos, Chesterton, aporta gran cantidad de datos y descripciones, en una narración donde no falta la paradoja y el sarcasmo, lo que no favorece la lectura fácil ni rápida, pues el lector ha de poner atención en cada dato e ir pensando de dónde le vienen los tiros, motivo por el que hice hincapié en aquello de la primera lectura, pues si ya releer cualquier libro permite al lector percatarse de gran cantidad de datos que en la primera pasaron desapercibidos, en estos ocho primeros relatos de Chesterton, y una vez conocido el desenlace de los mismos, posibilita que una segunda vuelta sea aún más satisfactoria.


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