Delito

El miedo es un acosador cobarde que se vuelve chiquitito cuando lo desatiendes.

El ser humano es el único animal que disfruta haciendo daño sin más objetivo que ese, el placer de torturar y matar.

El miedo es como un gas, se expande y ocupa todo el espacio que le dejes. Para hacerle frente la solución no es vaciarse, sino llenarse de cosas, saturar el corazón atiborrándolo de retales de recuerdos, de música, de olores y de personas hasta no dejar espacio a lo que nos asusta.

A veces es lo único que se puede hacer por alguien que sufre, estar a su lado, en silencio, esperando. Estar ahí para lo que haga falta, para cuando esa persona esté preparada y grite, o llore, o dé puñetazos a la pared. Solo quedarse junto a ella. Y aguardar.

Le mentirá para que duela menos y pueda empezar a curarse.

Hay momentos en los que la única manera de sobrevivir es comerse las piedras que la vida te pone por el camino, aunque las cargues para siempre en el estómago.

Siempre ha creído que para ser feliz tiene que dejar de pensar porque si no piensas ni esperas, ni sufres.

Hay teorías que sostienen que el acontecimiento que permite saber cuándo dejamos de ser animales y nos hicimos humanos son los ritos funerarios,el momento en el que empezamos a oficiar ceremonias para despedir a los muertos. ¿Qué pasa con unos padres que no encuentran el cadáver de su hija, por ejemplo? Pues que no pueden dar comienzo al proceso del duelo que algún día les llevará a lo que se llama alivio, empezarán a dejar de sufrir.

Solemos olvidarlo, pero lo que quedará de nosotros cuando ya no estemos es el tiempo que le dedicamos a lo que de verdad importa en nuestras vidas: la gente que nos sostiene cuando estamos a punto de caer.

Bajar a discutir el barro es pringarse de mierda sin necesidad. Y allí ya hay suficientes cerdos.