El cuco de cristal

En las sombras de la tristeza, nuestra propia luz es la única que puede iluminar el camino de vuelta.

No se puede juzgar la madurez sin conocer las cicatrices de una persona

Todo ser humano nace al menos dos veces a lo largo de su vida.
La primera, al salir del vientre materno; la segunda, tras un error en el que anhela un nuevo comienzo.

Olvidamos lo frágil que es la vida hasta que un mal latido nos lo recuerda.

Hay señales que el mundo te presenta para que elijas el camino correcto y otras que son creadas por tu alma para protegerte de tus errores.

Quizá nos cuesta aceptar que lo que somos no es más que la sombra de lo que fuimos.

—Él agachó la cabeza y asintió varias veces. Estaba luchando contra sí mismo y esas batallas son difíciles porque siempre estás en desventaja. Te dices cosas que sabes que te duelen, te tocas heridas que solo tú sabes que están abiertas—

Cuesta aceptar que somos resultado de nuestros traumas, porque marcan más el camino que nuestros momentos de felicidad.

Pocos están dispuestos a sacrificarse por los demás y los que lo hacen siempre son incomprendidos.

Cuando lo has perdido todo, un pequeño fragmento de esperanza es lo único por lo que pagarías lo que fuese, aunque en realidad te estén vendiendo una simple ilusión. Hay personas que miran al cielo y admiran las constelaciones como si pudiesen decirnos algo sobre nosotros o sobre lo que seremos. Un puñado de estrellas separadas entre sí por decenas o cientos de años luz a las que nos empeñamos en darles formas con nuestra imaginación.