Charlotte juega con el lector desde el principio. Te sientes manipulado, pues la narradora es una amiga que te cuenta lo que le conviene. A través de sus ojos y su perspectiva, te adentra en la sociedad de la época y se sumerge en largas reflexiones. Si bien, no se pierde el hilo de la trama; pierdes el interés en la lectura por momentos, pues no ocurre nada, mas que lo que pasa por su cabeza. Odio la Charlotte que juega conmigo, que me ha mantenido leyendo un largo libro en el que no sucede casi nada. Y amo a la Charlotte que me devuelve personajes, que no deja a ninguno en la estacada y a todos da un final. Es como la vida misma: las personas vienen y van, pero algunas siempre vuelven. Me ha cansado el eterno conflicto entre católicos y protestantes, su relación con el doctor, con Paul... En este libro todos los hombres quieren que les pertenezca una mujer: al padre la hija, al marido la mujer… Las atan con cumplidos, con promesas, con amor o con dinero. al final parece que todo se reduce a lo mismo: crear dependencia. No habrá relectura del libro. Quizá de un par de momentos, pues con el primero me hice muy fan de Lucy y, con el segundo, me hice muy fan de Charlotte, que ha sabido sorprenderme cuando su libro estaba destinado a una crítica dura y a un suspenso como un piano. + Leer más |