Sus cartas eran como los alimentos y el agua: me procuraban sustentos y me refrescaban
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Sus cartas eran como los alimentos y el agua: me procuraban sustentos y me refrescaban
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Me asusta la violencia del viento, pues la tormenta requiere una energía que siempre me cuesta desplegar; pero el lóbrego ocaso, la copiosa nevada o el oscuro aguacero únicamente piden resignación, el abandono silencioso de vestimentas y personas antes de empaparse. A cambio, purifican ante nuestros ojos una capital; abren un silencioso camino a través de las grandes avenidas; petrifican una ciudad llena de vida, como si se tratara de un hechizo oriental; convierten Villette en una Tadmor.
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Me agradaba la perspectiva de dar un largo paseo hasta el corazón de la vieja y sombría Basse-Ville; y mi placer no fue menor al ver cómo el cielo del atardecer, una oscura masa azul metálica de bordes llameantes, se volvía poco a poco del rojo más encendido. Me asusta la violencia del viento, pues la tormenta requiere una energía que siempre me cuesta desplegar; pero el lóbrego ocaso, la copiosa nevada o el oscuro aguacero únicamente piden resignación, el abandono silencioso de vestimentas y personas antes de empaparse. A cambio, purifican ante nuestros ojos una capital; abren un silencioso camino a través de las grandes avenidas; petrifican una ciudad llena de vida, como si se tratara de un hechizo oriental; convierten Villette en una Tadmor***. Dejemos, pues, que caiga la lluvia y las aguas nos indunden.
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El escribía de mismo modo que daba o amaba, a manos llenas, con todo el corazón.
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Creía que yo había nacido bajo su estrella: parecía haber derramado sus rayos sobre mi como un estandarte.
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Sea para mí la más querida, la primera en la tierra.
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En todos esos días insoportables, no me he olvidado ni un solo instante de usted. Las mujeres fieles se equivocan al pensar que son las únicas criaturas de Dios que atesoran esa virtud. Para ser sincero, hasta hace muy poco, tampoco yo podía decirlo; pero… mírame ahora.
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Mucha de las oraciones con que abrumamos al cielo jamás son escuchadas. Una vez en la vida, casualmente, el regalo dorado cae en nuestro regazo: una bendición luminosa y perfecta de las riquezas del destino.
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Yo no sabía “lo que era ser madre”; para alguien tan frio como yo “el corazón de una madre era algo desconocido como el griego o el hebreo”
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Con frecuencia he descubierto que los hombres más irascibles no son, ni mucho menos, los peores; ni los de posición más humilde cobijan los sentimientos menos delicados.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises