¡Ay, Amor, ay, detén a este rebelde que ante mi lento paso se apresura, o vuélveme al estado en el que estaba cuando ni tú ni nadie me oprimía! ¡Qué necia y falsa que era mi esperanza, si tú jamás te ablandas con los ruegos, si vives, te alimentas y complaces con lágrimas vertidas a raudales! |