Orlando furioso, tomo I de Ludovico Ariosto
El infeliz volvió a leer tres veces y cuatro y cinco y seis aquel escrito, imaginando haberse equivocado, pero en cada lectura resultaba más y más claro y él, con fría mano, sentía el corazón más afligido. Se quedó inmóvil con los ojos fijos en la piedra, y en piedra convertido. |