La Débâcle de Émile Zola
Iban a enviarles algunas balas, aligerarse de unos cuantos cartuchos que habían llevado desde tan lejos, sin quemar uno siquiera. Esta vez, todos lo comprendían, la batalla era inevitable
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La Débâcle de Émile Zola
Iban a enviarles algunas balas, aligerarse de unos cuantos cartuchos que habían llevado desde tan lejos, sin quemar uno siquiera. Esta vez, todos lo comprendían, la batalla era inevitable
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La Débâcle de Émile Zola
Solo quedaba en él la rabia, el furor inextinguible de la lucha, el pensamiento de que el extranjero iba a entrar en su casa, sentarse en su silla, beber en su vaso. Eso sublevaba todo su ser y hacía que se olvidara de toda su existencia, de su mujer, de sus negocios
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La Débâcle de Émile Zola
En efecto, el segundo ataque de los bávaros acababa de ser rechazado. Las ametralladoras habían barrido de nuevo la plaza de la iglesia, los cadáveres amontonados formaban barricadas, y de todas las callejuelas, se rechazaba al enemigo a la bayoneta, a las praderas; una desbandada, una huida hacia el río, que se hubiera cambiado en derrota, si algunas tropas de refresco hubiesen apoyado a los marinos, ya extenuados y diezmados.
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La Débâcle de Émile Zola
Sin duda oía detrás de sí la voz implacable que le empujaba hacia adelante, la voz que gritaba desde París: "¡Anda, anda! muere como un héroe sobre los cadáveres de tu pueblo, llama la atención del mundo entero, para que tu hijo pueda reinar"
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La Débâcle de Émile Zola
Era Napoleón III, que se le aparecía más grande a caballo, con los bigotes tan retorcidos, afilados, las mejillas tan pintadas, que lo vio en seguida rejuvenecido, pintarrajeado como un actor. Indudablemente se había hecho pintar la cara, para no pasear entre su ejército el espanto de su pálido semblante
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La Débâcle de Émile Zola
Después la fachada reapareció, estropeada, y, allí, sobre el umbral, ella estaba atravesada, muerta, con las caderas rotas, la cabeza aplastada, un pingajo humano, todo rojo, horrible
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La Débâcle de Émile Zola
Ahora estamos en un callejón sin salida. Ven que los prusianos llegan por todas partes y nos van a aplastar; el ejército está perdido ... No, no; me quedo aquí, prefiero que me fusilen como desertor ...
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La Débâcle de Émile Zola
¡Orgullosa de mí! - añadió Mauricio -. ¡No sé por qué! Hace un mes que huimos siempre como unos cobardes que somos
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La Débâcle de Émile Zola
¡Ya se ha olvidado todo, se ha borrado todo! ¿No cumples ahora tu deber como buen francés? Desde que has sentado plaza estoy muy orgullosa de ti, te lo aseguro
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La Débâcle de Émile Zola
Una invasión negra, de saltamontes negros, y siempre más, cada vez más, tanto que en breve espacio de tiempo no se veía la tierra
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La Débâcle de Émile Zola
Derechos sobre los estribos, recogidas las bridas, los coraceros pasaban, pasaban siempre, envueltos en sus capotes blancos, no dejando ver más que los cascos que reflejaban el incendio de las hogueras. Parecían jinetes fantásticos yendo a la guerra de las tinieblas, con caballeras de llama.
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La Débâcle de Émile Zola
¡Ese miserable emperador, en aquel momento sin trono y sin mando, semejante a un niño extraviado en su imperio, que llevaban como un paquete inútil, entre los bagajes de las tropas, condenado a arrastrar en pos de sí, la ironía de su casa de gala, sus cien guardias, sus coches, sus caballos, sus cocineros, sus furgones, toda la pompa de su manto imperial, sembrado de abejas, barriendo la sangre y el lodo de los caminos de su derrota!
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La Débâcle de Émile Zola
En el encarnizamiento de la desgracia y con el exceso de faltas cometidas, no quedaba ya en el fondo de aquellos cerebros limitados, más que la idea de una traición que pudiese explicar tal serie de desastres
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La Débâcle de Émile Zola
¿No era acaso aquello la fraternidad tal como debía ser al principio del mundo, la amistad antes que la cultura de las clases, esa amistad de dos hombre unidos y confundidos en la común necesidad de su asistencia, de su mutuo apoyo, ante la amenaza de la naturaleza enemiga?
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La Débâcle de Émile Zola
- ¡Vive Dios!, ¿quién me ha traído un soldado tan flojo?, ¿quieres que te recojan los prusianos?, ¡Vamos, arriba! Después, viendo que el joven no contestaba, lívido, con los ojos cerrados, siguió jurando, pero con tono partenal, casi llorando: - ¡Por vida del demonio! |
La Débâcle de Émile Zola
A la cabeza del 106° el coronel Vineuil marchaba tieso en su caballo, con la cabeza derecha, pálido el semblante, temblándole los párpados, como si contuvieran lágrimas que pugnaban por escapársele. El capitán Beaudoin, mudo, silencioso, se mordía el bigote, mientras que el teniente Rochas, a pesar suyo, recriminaba, lanzaba insultos contra todos y contra sí mismo
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La Débâcle de Émile Zola
De nuevo volvían a caer en el lazo, y en efecto, desde aquel momento, el 106° vio continuamente a los hulanos a su izquierda en cada accidente del terreno los seguían, lo vigilaban, desaparecían detrás de cualquier casa
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La Débâcle de Émile Zola
Una desmoralización final acababa de hacer de aquel ejército un rebaño sin fe, sin disciplina, que se llevaba al matadero, por los azares del camino
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La Débâcle de Émile Zola
Se burlaban de sus jefes, los insultaban. ¡Vaya esos jefes!, ¡deshaciendo por la noche lo que han hecho por la mañana, tan tranquilos cuando no veían al enemigo y escapándose cuando se presentaba! Una desmoralización final acababa de hacer de aquel ejército un rebaño sin fe, sin disciplina, que se llevaba al matadero, por los azares del camino
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La Débâcle de Émile Zola
¡Muero como un héroe sobre los cadáveres amontonados de tu pueblo, conmueve al mundo entero, llénale de admiración, para que perdone a tu descendencia! Y sin duda el emperador iba a la muerte
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¿Por que decidió irse al internado Miles?