La Débâcle de Émile Zola
¡Ese miserable emperador, en aquel momento sin trono y sin mando, semejante a un niño extraviado en su imperio, que llevaban como un paquete inútil, entre los bagajes de las tropas, condenado a arrastrar en pos de sí, la ironía de su casa de gala, sus cien guardias, sus coches, sus caballos, sus cocineros, sus furgones, toda la pompa de su manto imperial, sembrado de abejas, barriendo la sangre y el lodo de los caminos de su derrota!
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