La Débâcle de Émile Zola
Aquella noche, la emperatriz ¿no había deseado acaso la muerte del padre para que reinara el hijo?
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La Débâcle de Émile Zola
Aquella noche, la emperatriz ¿no había deseado acaso la muerte del padre para que reinara el hijo?
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La Débâcle de Émile Zola
El mariscal de MacMahon, tal vez solo era un soldado que obedecía, alma grande en su abnegación, y el emperador, que no ejercía mando, aguardaba al destino. Les pedían su vida y la vida del ejército: las daban
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¿Qué habían podido decirse aquel emperador y aquel mariscal, prevenidos los dos del desastre hacia el cual marchaban, convencidos plenamente de que iban o ser derrotados dadas las horrorosas condiciones en que se iba a encontrar el ejército, no habiendo podido cambiar de rumbo por la mañana
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La Débâcle de Émile Zola
No se conocía el texto exacto, pero un oficial había dicho en el Ayuntamiento que la emperatriz y el Consejo de ministros temían estallara una revolución en París, si abandonando a Bazaine, regresaba el emperador a la capital
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En cuanto a él (el emperador) me inspira compasión. Tiene cara de desterrado, ¡y está tan triste!
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Desde los generales hasta los últimos soldados, todos presentían que bajo los muros de París se harían fuertes, llegarían a ser invencibles y que allí, necesariamente, derrotarían a los prusiano
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Cuando se encontró solo, en el imponente silencio del campo dormido, sintió que una especie de terror se apoderó de él, un miedo que no podía vencer, que no era dueño de dominar, que le avergonzaba y le encolerizaba
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La Débâcle de Émile Zola
En las seis semanas que llevaba en el ejército, después de haber sentado plaza en un momento de entusiasmo, soñando entrar en batalla al siguiente día, solo había estropeado sus pies de hombre delicado, huyendo, marchando siempre lejos de los campos de batalla
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Había llegado la hora de ver a aquellos prusianos, de los que decían los periódicos que estaban tan destrozados por las marchas, vestidos de harapos, extenuados por las enfermedades, y la esperanza de arrollarlos al primer encuentro animaba a todos
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La Débâcle de Émile Zola
Silvina que había prometido ser fiel a Honorato, se encontró una noche, quince días después, entre los brazos de un criado de labranza que había entrado a servir en la casería algunos meses antes; era éste, Goliath Steimberg, el prusiano
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Sabía que desde la declaración de la guerra se habían distribuido a todos los oficiales mapas de Alemania, y que ninguno poseía un mapa de Francia
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Después venían multitud de detalles sobre el desastroso estado en que se encontraban los ejércitos alemanes, desde que habían invadido Francia; los soldados mal alimentados, con mal equipo, desmoralizados, morían como chinches, a lo largo de los caminos, atacados por enfermedades horribles.
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El campamento de Chalons que ardía dos días antes, según decían, por orden del emperador, para salvar de mano de los prusianos las riquezas allí acumuladas
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Y Mauricio en aquel instante, en la obscuridad de que se sentía rodeado, tuvo conciencia de su deber. No se hacía ilusión de ganar batallas legendarias. Aquella marcha sobre Verdún, era una marcha a la muerte, y la aceptaba con resignación, con entereza, puesto que era preciso morir
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La Débâcle de Émile Zola
Aquellos cien mil hombres dormidos, llenaba su corazón de cariño, pensando que muchos de ellos dormirían muy pronto el sueño eterno de la muerte. ¡Pobres gentes! No estaban muy disciplinados, robaban y bebían
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La Débâcle de Émile Zola
Un pelotón de cien guardias aparecía, con un lujo de uniformes correcto aún y resplandeciente con el sol que doraba sus corazas. Después seguía el emperador a caballo, en un ancho espacio libre, acompañado de su Estado Mayor, al que seguía un segundo pelotón de guardias
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¡Era pues verdad que Francia, la de las victorias legendarias, la que se había paseado con sus banderas por toda Europa, acababa de ser arrollada al primer encuentro por un pueblo despreciado!
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¡Cómo se han hecho matar esos pobres diablos! (los coraceros) ¡Daba lástima verlos! Pero también ¿a quién demonio se le ocurre lanzar la caballería sobre aquel terreno en cuesta, lleno de zarzales y cortado por fosos? Y luego ¿para qué? ¡De todos modos aquello era imponente y daba gusto verlo!
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el pánico, el sálvese quien pueda de una caballería demasiado alabada (la prusiana), que nuestros húsares sabletean como avena madura, sembrando el valle romántico de hombres y de caballos moribundos
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La Débâcle de Émile Zola
el abuelo vivía allí de una modesta pensión, en aquella habitación de empleado, sin otro consuelo que el de contar sus campañas a sus nietos, dos gemelos, niño y niña, con los mismos cabellos rubios
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¿Por que decidió irse al internado Miles?