El relato de Ursula K. Le Guin
Todo se remitía a la palabras. Como los griegos con su Logos, la palabra hebrea que era Dios. Pero esto eran palabras. No el Logos, la Palabra, sino palabras. No una, sino muchas, muchas... Nadie hizo el mundo, gobernó el mundo, ordenó que el mundo fuera. El mundo era. Hacía.
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