De Cómo maté a mi padre se dice que es una novela basada en un hecho real. Para mí, una novela basada en un hecho real es otra cosa. Yo la veo como una historia real ligeramente ficcionada.
Este libro nace de un curso de escritura en el que participó la autora. Pero, sobre todo, surge de su necesidad de sacar fuera todo el dolor que la muerte de su padre generó en ella misma y en su familia. Y lo que resulta de esto es un libro cargado de sentimientos: dolor, tristeza, miedo, rabia. Pero todo ello de una forma «contenida», muy digna. No hay una intención de buscar la lágrima o la compasión. De hecho, creo que consigue transmitir todos esos sentimientos integrándolos en la narración, pero sin que sientas que la «ensucian», que la «manipulan».
Esta es la historia de cómo una bala puede cambiarlo todo. De cómo una familia aparentemente feliz, sin más preocupaciones que las del día a día, puede quedar destruida en segundos. Y lo más duro es que esta no es solo la historia de la familia Jaramillo Klinkert.
En este libro se dan dos omisiones curiosas. La primera de ellas es la del nombre del padre de la autora. Nunca lo menciona. Cuando los muertos que la violencia relacionada con el narcotráfico en una ciudad se cuentan por miles, cada uno de ellos deja de tener un nombre para pasar a ser una cifra. Y esto es justamente lo que la autora quiere reflejar: que la historia del asesinato de su padre y lo que eso supuso para su familia es la de muchas otras familias en todo el país. Que son muchas las viudas y muchos los/as/es huérfanos/as/es que tuvieron que tratar de salir adelante.
La otra omisión es la del nombre de la propia ciudad de Medellín. La autora entienden que siento esta una historia común para muchas familias, no tiene sentido situarla en un lugar tan concreto. Porque esta violencia (y sus consecuencias) no solo se vivieron y se viven allí, sino que también lo han hecho, lo hacen y, por desgracia, lo harán en otros muchos sitios.
Este libro, a pesar de ser cortito y de leerse muy rápidamente, contiene una historia muy dura. Sobre todo, porque quien te la cuenta es alguien que la ha vivido en primera persona. La autora viaja hasta su niñez para contarnos qué sentía, qué pensaba, cómo intentaba poner orden a una situación tan caótica. Y consigue que entiendas lo que supuso algo así para una niña de apenas once años. Todas las preguntas que surgieron y que nadie podía responder. La pena, el miedo y, por supuesto, la rabia que eso generaron en ella. ¿Por qué mi padre ya no está? ¿Por qué mi familia ya no es la misma? ¿Qué va a pasar ahora? Es duro solo pensarlo.
Para mí, lo más impactante ha sido ver el daño que hace el silencio. Para muchas personas, callar es casi una reacción natural ante el dolor. Es casi como que, si no se dice en voz alta, no existe o no puede hacernos más daño, cuando la realidad es más bien la contraria. Hablar puede ser muy liberador. Pero lo cierto es que nadie está preparado para algo así. No se viene a la vida con un libro de instrucciones para actuar en estos casos. Y, aunque el tiempo demuestre que era la opción equivocada, tendemos a hacer lo que creemos más correcto en el momento. Y para Sara y su familia, eso significó callar.
También hay algo curioso con el título de este libro. Esa primera persona del verbo matar, que antes de empezar la lectura confunde un poco, tiene todo el sentido una vez terminada. No te diré más porque creo que merece la pena dejar que sea la propia Sara quien lo explique.
Tengo la sensación de que esta reseña está siendo un poco rara. Que estoy diciendo muchas cosas sin decir nada en realidad. Así que voy a cerrarla con una última reflexión.
Creo que Sara ha sido muy valiente escribiendo este libro. Tienes que serlo para enfrentarte a un trauma tan grande, a algo que ha hecho tanto daño a tu familia y a ti misma, y salir de ello habiendo sacado algo positivo: un libro, una conclusión, un cierre.
¿Qué se queda conmigo después de esta lectura?
Pues me quedo con dos cosas. Por un lado, la admiración que siento hacia Sara Jaramillo Klinkert por lo que te decía en el párrafo anterior. Todos/as/es tenemos nuestros traumas (en mayor o menos medida) y sabemos lo difícil que puede ser afrontar ciertas historias. Por eso, cuando alguien lo hace, es de admirar.
Por otro lado, me quedo con el esfuerzo de la autora por, a través de su propia historia, dar voz a todas esas familias que pasaron por experiencias similares. Creo que es un gesto muy generoso por su parte, a la vez que interesante. Series, películas y documentales han traído de nuevo la figura de Pablo Escobar a un primer plano y, en ocasiones, casi parecía que había una intención de «humanizarlo». Pero la única verdad es que este hombre, como tantos otros dirigentes de organizaciones criminales, no era más que un ser despreciable con una enorme capacidad para causar dolor. Y lo único que se debería humanizar en toda esta historia es a las víctimas a las que se les «robó» su nombre para convertirlas en cifras.
Entonces, ¿recomiendo Cómo maté a mi padre?
Sí. Es un libro duro, pero creo que también es interesante por la historia que contiene y que narra alguien que la ha vivido en primera persona. Es la historia que viene después del titular en el periódico y del funeral. La otra cara del narcotráfico.
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