Cada elemento que forma el conjunto que crea el entorno en el que vivimos a diario, paredes, ventanas, tejados, algunos afortunados también cuentan con arboles y plantas de diversos tipos, animales, rodeados de concreto o de naturaleza, con mantenimiento o con las marcas del tiempo nunca reparadas poco a poco va tomando elementos de cada ser que recorre sus pasillos para crear así su propia historia y aura de vida, sin darnos cuenta se van convirtiendo de un lugar anónimo en un ente vivo, que relata su propia historia, que grita y también guarda silencios y añoranzas, aunque este libro trate de un viaje por el territorio y por la vida, uno de los elementos mas hermosos que alberga en sus líneas es como la casa en la que nació y de la que partió Candelaria es un escenario, pero también un personaje vibrante de su vida. En esta casa que es un ser viviente y sintiente, se va la vida de Candelaria y su familia que ha quedado en ruinas desde que su padre, el artesano que tallaba ballenas en piedra decidió ir a buscarlas por su cuenta, dejando allí una esposa que ya no se entera de nada más que de las piedras que colecciona, a un hijo que no desea ser el hombre de la casa, por ello decide transformarse, ponerse alas y emprender el vuelo, una hija que solo la añoranza de ver de nuevo a su padre la mantiene viva y a la casa, que poco a poco se convertirá en hotel de paso para los personajes mas ocurrentes y estrafalarios que puedan llegar a aquel rincón del mundo que parece hecho para ellos. Con una narrativa fluida y un lenguaje sencillo, pero de armonías bien construidas y sumamente sensibles la autora nos lleva a recorrer los cimientos de esta casa hogar y a que acompañemos a Candelaria a descubrir donde cantan las ballenas y unas cuantas verdades de la vida que no siempre nos dan el sabor anhelado. |