Salomé de Oscar Wilde
¡Ah! He besado tu boca, Iokanaán, he besado tu boca. Tus labios tenían un amargo sabor. ¿Era el sabor de la sangre? Tal vez era el sabor del amor. Dicen que el sabor del amor es amargo. Pero ¿qué importa? ¿Qué importa? He besado tu boca, Iokanaán, he besado tu boca. |