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La buena esposa de Meg Wolitzer
La gente solía pensar que éramos una "buena" pareja y supongo que lo fuimos hace mucho, pero mucho tiempo, más o menos cuando se hizo el primer boceto de los dibujos murales en las paredes desnudas de las cuevas de Lascaux, cuando aún no se habían trazado los mapas de la tierra y todo parecía esperanzador. Pero pronto pasamos de la gloria y el amor propio de cualquier pareja joven al estanque lleno de algas verdes que suele conocerse delicadamente con el nombre de "la otra vida". Aunque ahora tengo 64 años soy practicamente tan invisible para los hombres como una mota de polvo, en otro tiempo fui una muchacha rubia de grandes pechos y esbelta, dotada de una cierta timidez que atrajo a Joe hacia mí como si fuera un pollo hipnotizado.
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