La buena esposa de Meg Wolitzer
Pronto dejaríamos el rock and roll para siempre y se lo donaríamos a nuestros hijos, sus verdaderos dueños, aunque todavía no lo sabíamos. Pronto solo seríamos capaces de tolerar aquella música con la que nos habíamos criado: grandes bandas jazz y clásica. Ninguna otra sería capaz de penetrar en nuestros envejecidos cráneos.
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