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Un hombre para un destino de Vi Keeland
La había cagado una vez más. Y parecía que sucedía con frecuencia cuando se trataba de Charlotte Darling. Hacía o decía algo que la molestaba porque estaba enfadado con ella y, luego, horas más tarde, me arrepentía y me odiaba a mí mismo por cómo había actuado. Por lo general, Charlotte se lo tomaba bien. Habíamos establecido una especie de rutina. Me ponía celoso al verla con otro hombre o me sentía frustrado porque no podía empujarla contra una pared y demostrarle lo que en realidad tenía ganas de hacerle. Entonces, la trataba mal, y ella se enfadaba. Al cabo de un rato, se calmaba, pero su actitud mostraba que no estaba contenta, y a mí me reconcomía la culpa. Me disculpaba y volvíamos a ser amigos. Y así una y otra vez. |