Forastera de
Diana Gabaldon
—¿Realmente no tengo nada aquí, Jamie? —Sostuve su mirada y no le dejé apartarse.
Se liberó con suavidad sin responder y se quedó quieto, una imagen de otro tiempo, vista en relieve sobre un fondo de colinas borrosas. La vida de su rostro parecía un truco de las rocas en sombras, como oscurecida debajo de varias capas de pintura, la reminiscencia de un artista de sitios olvidados y pasiones convertidas en polvo.
Observé sus ojos, llenos de dolor y anhelo, y volvió a cobrar vida, real e inmediata. Amante, marido, hombre.