Una Última Vez es mucho más que una novela de romance contemporáneo; es una novela de superación, de aprender a quererse y a amarse a uno mismo.
Kristin es una mujer de cuarenta años con dos niños que se enfrenta a lo peor que ha experimentado en su vida: el divorcio. Su marido Scott hace tiempo que no la quiere, que la infravalora y la mina moralmente; es el maltratador psicológico con el que la protagonista de esta historia ha tenido dos niños maravillosos.
Todo tiene que ser como lo dicta su marido: los días acordados para ver a sus hijos, los puntos de encuentros, los acuerdos… incluso la pensión alimenticia de sus hijos, de la que va a intentar quitarse de encima de toda costa, incluso si tiene que llevar a su mujer a la ruina, porque, además de dejarla destrozada emocionalmente y echarla de la casa que han compartido tantos momentos juntos tantísimos años, quiere dejarla desnuda contra el mundo, sin un duro en los bolsillos (ella lleva sin trabajar años porque, según Scott, tenia que quedarse en casa a cuidar de sus hijos, como una buena madre).
Scott es El Gilipollas, como lo llaman las amigas de Kristin. Ellas han visto y callado durante años cómo la estaba tratanto, cómo la mangoneaba y cómo Kristin iba apagando ese carácter fuerte con el que nos va sorprendiendo a los lectores a lo largo de la novela.
Lo peor de los divorcios son los niños, si los hay. Son ellos los que más sufren, los que no entienden porqué sus padres han dejado de quererse; porqué ya no pueden estar juntos.
Finn tiene diez años y es el que más enfadado está con la situación, sobre todo cuando descubre un hecho que hace explotar su temperamento tan introvertido.
Aubrey es la pequeña de 6 años, una niña feliz con su zoo personal de muñecos en su habitación, a la que le da igualla situación porque no lo entiende. Ella solo sabe que ama a su padre y a su madre, y eso por el momento, le basta.
En medio de esta espiral de amargura y dolor de cabeza, Kristin solo tiene una opción: conseguir un trabajo para poder mantener a sus hijos y que no le quiten la custodia, porque sin sus hijos, no es ella misma, y si llegase a ocurrir…tendría que soportar un dolor incontrolable. Menos mal que frente a la adversidad, la protagonista tiene grandes amigas que la ayudan a avanzar en su nueva situación. Es gracias a una de ellas y a su novio famoso que lo consigue, como redactora de contenidos en un blog que habla sobre celebrities.
Serán unas cosas, serán otras, pero el encuentro con Noah Frazier yo creo que hubiera ocurrido sí o sí. Noah es un actor bastante famoso en Hollywood, y el primer trabajo de Kristin consiste en hacerle una entrevista. Es simple… pero con Heather, una de sus amigas, se convierte casi en misión imposible. Noah está muy de buen ver y Kristin es una mujer que tiene ojos. Pese al dolor que la tiene sumergida, sigue teniendo instintos primarios, por decirlo de algún modo. Y las chispas que surgen, esa atracción que sienten tanto el uno como el otro (porque leemos tanto desde la perspectiva de Kristin como de Noah) es magnética. Kristin dice que no y Noah lo tiene claro, además, desde el principio. La suya es una historia que desde el inicio está condenada, pero ¿Por qué no podría proliferar?
En cuanto Noah comienza a formar parte de la vida de Kristin, todo mejora; todo comienza a ser más llevadero.
Y en cuanto Noah conoce a sus hijos, termina de quedarse prendado, sobre todo de Aubrey, la viva imagen de su madre, un pequeño monstruito come-galletas que disfraza su picaresca con la inocencia que muestra tras sus expresivos ojos azules. Aubrey se convierte en su telón de Aquiles y no cabe duda que haría lo que fuera por ella, incluso meterse en líos con su madre por darle galletas. Si ya conocíais a esta niña, estaréis conmigo en esto. Si te vas a leer la novela, te enamorarás de ella tanto como se queda prendado Noah de Aubrey. Totalmente adorable.
Finn es más callado, pero poco a poco va aceptando a Noah como uno más.
Es una historia con bastantes altibajos, pero los momentos buenos sobrepasan con creces. Como debe ser en esta vida, hay que arriesgarse, y los hay que ganan y los hay que valoran después lo que han perdido.
Al final de la novela hay una nota de la autora con la que me quedé de piedra. Nos regala una escena extra, y no pudo ser más emotiva, más perfecta. Me encantó, sobre todo porque no habla Kristin ni de Noah, aunque la autora diga que sí. La protagonista de esta escena es la rompecorazones que te emocionará tanto como emocionatanto a Kristin como a Noah.
Solo me gustaría añadir una cosa más: una segunda edición no le vendría nada mal para subsanar algunos pequeños errores.
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