Historia de dos ciudades de Charles Dickens
En vez del algodón y de la aguja, su mano empuñaba un hacha, y colgaban de su cintura una pistola y un cuchillo cruelmente afilado
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
En vez del algodón y de la aguja, su mano empuñaba un hacha, y colgaban de su cintura una pistola y un cuchillo cruelmente afilado
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
Un hombre que ha amado realmente a una mujer y que después de haberla perdido ha conservado su amor con toda intensidad, no puede volver a verla sin despertar en el hijo de esa mujer una simpatía extraña, una piedad delicada e instintiva
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
No vertió la madre lágrimas de desesperación viendo cómo el espíritu que le había sido confiado escapaba de sus brazos. Dejadlo que parta a ver la faz del Señor
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
¡Deseo en otro tiempo con tanto afán dedicarse a esa ocupación manual y sintió tan vivo alborozo cuando se la concedieron! Fue para él un gran consuelo, porque sustituyó en un principio la incertidumbre de la mano por las vacilaciones de su espíritu, y después, cuando fue más diestro, la satisfacción del buen éxito por el tormento moral
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
¡Terrible y esforzada mujer! Su entusiasmo admira y aterra al mismo tiempo
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
El destino - observó madame Defarge con su calma habitual - conducirá al marido de Lucie Manette a donde debe venir, y le impondrá la muerte que merece
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
Antes de dos horas los insondables hábitos, los viles compañeros que desprecio y que me arrastran, me harán menos digno de vuestra piedad que el miserable que cae en el arroyo
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
Suponiendo, que hubieseis correspondido al amor del hombre que está en vuestra presencia, a pesar de la felicidad que le hubieseis dado, este hombre perdido, este miserable abandonado de sí mismo únicamente os habría dado a cambio el pesar y la deshonra
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
La gente creía que no tenían en la Banca Tellsone otro empleo que el de inclinarse sin cesar desde la llegada del primer cliente hasta la salida del último
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
Vives muy mal aunque trabajas mucho; el día menos pensado se habrán agotado tus fuerzas, vendrán las enfermedades y caerás en la miseria
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
Amo a vuestra hija con un cariño tan respetuoso como ardiente, y si algún corazón ha latido a impulso de un amor profundo y leal, dudo de que pueda compararse con el mío
|
Historia de dos ciudades de Charles Dickens
Se veían ahí oficiales que carecían de nociones militares, marinos que no siquiera sabían lo que era un navío, administradores que ignoraban las leyes de la administración y sacerdotes cínicos, mundanos del peor de los mundos, con ojos sensuales, lenguas sueltas y vidas más sueltas aún
|
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Me parece que el abatimiento de una tierna pasión nos hace mirar los dientes del caballo regalado con cristales de aumento y me parece que, al concentrar nuestra atención en este examen, olvidamos completamente una de las mejores condiciones del animal.
|
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Que nunca me lo has dicho. Nunca me has dicho que te habías hecho cortar el pelo, pero yo tengo sentidos para verlo.
|
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Así, durante toda la vida nuestras peores bajezas y mezquindades son cometidas usualmente a causa de aquellos a quienes despreciamos.
|
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Dice que ningún barniz puede disimular la veta de la madera; y que cuanto más barniz se le pone, más se nota la veta.
|
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Ningún hombre que no sea en su fondo un verdadero caballero ha podido ser, desde que el mundo existe, un verdadero caballero en sus modales.
|
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Sabe el cielo que nunca debemos avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son la lluvia que limpia el polvo cegador de la tierra que cubre nuestros endurecidos corazones.
|
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
A menudo he pensado en él, desde entonces, como el martillo de vapor que puede aplastar a un hombre o acariciar sin resquebrajar una cascara de huevo en su combinación de fuerza y suavidad.
|
|
Su trama cuenta la historia de un hombre avaro y egoísta llamado: