Las dos amantes de Alfred de Musset
Tenía el amor por un pasatiempo, y los celos por una ridiculez. Contaba además con su belleza como un talismán al que nada podía resistirse.
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Tenía el amor por un pasatiempo, y los celos por una ridiculez. Contaba además con su belleza como un talismán al que nada podía resistirse.
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Madame de Parnes, ciega de orgullo, no quería descubrir ni saber nada, y se decía: "Será alguna antigua amante que no se atreverá a dejar" Y no se dignaba rebajarse pidiéndole un sacrificio.
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Madame Delaunay, ciega de amor, no podía creer en la inconstancia de Valentín. Pero había días en los que de pronto se le aparecía la verdad clara e irrecusable. Entonces lo llenaba de reproches, se deshacía en lágrimas y quería morirse; pero una palabra de su amante la engañaba de nuevo, un apretón de manos la consolaba, y, tranquila y feliz, tornaba a su casa.
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Expuesto siempre a ver su doble intriga descubierta por un azar cualquiera, sometido a la difícil situación del que constantemente ha de mentir sin traicionarse nunca, nuestro temerario amigo se sentía orgulloso de aquella extraña situación, y después de haber acostumbrado a ello su corazón, acostumbró también su vanidad. Los temores que antes le acobardaban, los escrúpulos que le detenían llegaron a serle queridos
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Una pobre criatura engañada se cree amada y es dichosa; de ti ha hecho su único bien. ¡Piensa lo que le espera si haces que llegue a aborrecerte!
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Los que gustan de engañar a los demás y se envanecen de ello creen tener cierta superioridad bien fugaz que ¿a qué conduce? Nada tan fácil como el mal
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Las dos amantes de Alfred de Musset
No es muy triste, sino lo más triste de este mundo. Así como nada más dulce que recordar la felicidad, nada tan horrible como cerciorarse de que la dicha pasada fue un engaño. ¿Has pensado alguna vez en lo que debe de ser llegar a odiar a lo que se ha querido?
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Puedes engañarme cómoda e impunemente, puesto que no puedo vigilarte ni dejar de amarte. Pero acuérdate, te ruego, de lo que voy a decirte: tarde o temprano todo se sabe, y créeme que cuando esto sucede es muy triste
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Las dos amantes de Alfred de Musset
La viuda escuchaba sin reflexionar. De vez en cuando le oponía una pequeña objeción a sus deseos; de vez en cuando fingía no escucharle; mas si se le escapaba una palabra, le pedía, enrojeciendo, que la repitiese
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Las dos amantes de Alfred de Musset
¿Ha pensado alguna vez en la situación de una mujer que perdona un beso que le robaron? Desde el momento en que se propone olvidarlo es casi como si lo concediese
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Fueron la economía, el orden, la vigilancia, la estimación pública, la amistad de su marido y, en fin, las virtudes domésticas, lo único que madame Delaunay conocía de este mundo
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Las dos amantes de Alfred de Musset
A pesar de su poca edad y su poco juicio, no podía soportar la idea de ser molesto a nadie
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Es bien cierto que, aun ofendida, una mujer tan bella, sorprendida así, debe perdonar el deseo que inspira
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Decir a una mujer que amamos en ella a otra a quien se parece no es, en verdad, sino un medio novelesco que pueda autorizarnos a hablarle de amor
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Había de demostrar que era sensible, pero sin dejarlo ver; había de decir que lo comprendió todo, pero como si nada hubiera comprendido, y había, en fin, de confesar lo último que confiesa una mujer: ¡que le temía!
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Cuanto más repasaba lo sucedido, cuanto más examinaba el semblante pensativo y tímido que tenía frente a él, más se sentía poseído de un cierto respeto
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Tienen las mujeres cierto instinto que las advierte de la proximidad del combate. Las más se exponen a él porque se creen bien seguras o porque aman el peligro. Las escaramuzas amorosas son el pasatiempo de las bellas desocupadas
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Las dos amantes de Alfred de Musset
O es una mojigata o es una coqueta, se dijo. Ya ve, señora, cómo se piensa a los veinticinco años
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Las dos amantes de Alfred de Musset
Rumiaba entre dientes algunas de esas frases preparadas de antemano que se saben por instinto y que jamás se dicen
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Gregorio Samsa es un ...