Las dos amantes de Alfred de Musset
Madame Delaunay, ciega de amor, no podía creer en la inconstancia de Valentín. Pero había días en los que de pronto se le aparecía la verdad clara e irrecusable. Entonces lo llenaba de reproches, se deshacía en lágrimas y quería morirse; pero una palabra de su amante la engañaba de nuevo, un apretón de manos la consolaba, y, tranquila y feliz, tornaba a su casa.
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