Lorenzaccio de Alfred de Musset
Las familias pueden destruirse, las nsciones morir de miseria, ¡y eso caldea el cerebro del artista! ¡Admirable poeta! ¿Cómo compaginas todo eso con tu piedad?
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Lorenzaccio de Alfred de Musset
Las familias pueden destruirse, las nsciones morir de miseria, ¡y eso caldea el cerebro del artista! ¡Admirable poeta! ¿Cómo compaginas todo eso con tu piedad?
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Lorenzaccio de Alfred de Musset
La sonrisa, esa tierna abertura que hace que la juventud se asemeje a las flores, ha huido de sus mejillas color de azufre, para dejar allí la mueca de una ironía innoble y del desprecio a todo
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Lorenzaccio de Alfred de Musset
Los perros cortesanos pueden volverse rabiosos como los demás perros
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Lorenzaccio de Alfred de Musset
Lorenzo es un ateo; se burla de todo. El pueblo, a Lorenzo, le llama Lorenzaccio; se sabe que organiza vuestras diversiones m, y eso es suficiente
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Lorenzaccio de Alfred de Musset
La mitad de un Médicis, un cernícalo aue el cielo había destinado a ser mozo de carnicero o gañán labrador, se acuesta en la cama de nuestras hijas, se bebe nuestras botellas, rompe nuestras ventanas, y aún tenemos que pagarle por eso
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Lorenzaccio de Alfred de Musset
¡Qué flujo violento de un río magnífico hay bajo esa capa de frágil hielo que se resquebraja a cada paso! Nunca un arbusto en flor ha prometido frutos más rarosn nunca he inhalado en una atmósfera infantil más exquisito olor a prostitución
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
¡Oh, hijo, hijo!, ¡muere honrado!, ¡que puedan llorar sobre tu tumba!
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
Al principio eres bueno; te conviertes en dénil y acanas siendo un malvado.
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
Matarás en em corazón de los que te amen todos los sentimientos delicados y elevados; creerás únicamente en lo más grosero; del amor, sólo te quedará lo que es visible y se toca con el dedo.
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
¡Vamos!, querida -dije alegremente-, ¿no está el día para confidencias?
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
Cuántas veces la habré visto, pálida de placer y de amor, decirme que me quería así, que aquellas tormentas eran su vida; que los sufrimientos que soportaba le eran buenos, pagados de ese modo, que no se quejaría nunca mientras quedara en mi corazon una chispa de amor.
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
Y las otras, esas miserables?, ¿qué te han hecho para envenenar tu juventud? Los placeres que te vendieron eran, sin duda, muy vivos y muy terribles, ¡cuando me pides que me parezca a ellas! ¡Ay, chiquillo mío, eso es lo más cruel!
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
Conforme pasaba el tiempo, más se desarrollaban en mi interior, a pesar de mis esfuerzos, los dos elementos de desgracia que el pasado me había legado: a veces unos celos furiosos, llenos de reproches y de injurias, a veces una alegría cruel, una fingida ligereza que ultrajaba, con burlas, lo que más quería.
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
Cuanto más admiraba su belleza y su aspecto candoroso, más me decía que semejante mujer, si no era un ángel, era un monstruo de perfidia.
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
Sería una de esas relaciones mundanas que no tienen principio ni fin: cuando se encuentran, se reanudan y, al separarse, se olvidan.
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
Un muerto vale más que un vivo asqueado de la vida
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
Bien sabes que haces perder el juicio, bien sabes que ahogas, sabes que el que te ha tocado sufrirá, sabes que morirá con tus sonrisas, con el perfume de tus flores, al contacto de tus voluptuosidades; por eso te entregas con tanta suavidad, por eso tu sonrisa es tan dulce, tus flores tan frescas, por eso pones tan suavamente tu brazo sobre nuestros hombros.
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Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset
La música tierna y voluptuosa del vals parecía surgir de sus labios, mientras su cabeza, engalanada con espesos cabellos negros trenzados, caía hacia atrás, como si su cuello fuera demasiado débil para sostenerla.
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