«¡Qué pequeño es el mundo! Reconozco que una cadena une a la gente que conozco accidentalmente…» Ninguna de las lucubraciones de la primera parte, Azami, se han cumplido. Mitsuko tiene una vida y una historia más interesante de lo que yo creía. A lo largo de todo el relato sientes la fragilidad de la vida serena y tranquila de Mitsuko, sabes que esa paz que ella tanto protege no puede durar, en primer lugar, por la aparición de esa mujer que viene y va comprando sesudos libros de filosofía. Pero en esta segunda parte lo que llama mi atención, y la escritora más señala, es la diferencia tan aplastante que existe entre el alfabeto occidental y las sutilezas, matices del kanjis, y no termino de entender como una palabra escrita en un letrero «kito», puede llevar a tantas interpretaciones. Y la reflexión de la novela recae sobre la maternidad, sobre los hijos deseados y los que no, o el momento de ser madre. «La religión consiste en creer y la filosofía, en dudar» Me gustó mucho más que la primera, pero creo que todas ellas forman un puzle maravilloso que desvelará un cuadro fascinante. + Leer más |