El animal más peligroso de Gabriel Antonio Pombo
Fred depositó el paquete en el rincón más recóndito, cuando el aire enrarecido ya se le pegaba a los pulmones, le producía ahogo y lo hacía toser. El polvo ocre que inundaba el ambiente, a medida que seguía descendiendo, había dado espacio a la negritud. Casi a ciegas, abandonó el trasto. No había sitio mejor para que el hallazgo demorase en llevarse a cabo. Sólo semanas después, cuando el fétido olor a carne descompuesta se tornase intolerable, irían a percatarse de la ominosa presencia. |