Me gustaba el olor, siempre nuevo, que mi piano guardaba en el alma. Nunca en la vida podría olvidarlo.
|
Me gustaba el olor, siempre nuevo, que mi piano guardaba en el alma. Nunca en la vida podría olvidarlo.
|
—Olvídalo, Zezé, con eso no ganas nada. Dentro de poco, irás olvidando y olvidando y, cuando te quieras acordar, estará todo tan distante, que ni siquiera sufrirás.
|
Yo añoraba su forma de llamarme: Chuch. No sabía lo que quería decir y nunca se lo había preguntado. Era un nombre, una invención, una muestra de gran ternura que el hermano Feliciano había creado para mí. Solo él me llamaba así.
|
Estaba feliz junto a alguien que nunca me haría daño ni dejaría que me maltrataran. Él había sido el primer hermano que había descubierto la soledad de mi alma, la tristeza del niño incomprendido cuyos ojos solo reflejaban tristeza y ausencia.
|
—Solo una cosita más. ¿No podríamos arreglárnoslas para comunicar sin hablar? — ¿Con el pensamiento? —Sí. Así no nos cansaríamos y nadie lo descubriría. —Es una solución. Entonces piensa algo para ver si funciona. |
—Solo quiero que me digas la verdad. ¿Va a doler? —Nada, pero es que nada. —Pero ¿no vas a comer mi corazón? —Sí que voy a hacerlo, pero va a ser tan dulce como si masticase una nube. |
—Mira, Zezé, si me aceptas, todo va a ser más fácil. Yo quiero enseñarte una vida nueva, defenderte de todo lo ruin y barrer esa maraña de tristeza que te persigue siempre. Descubrirás que, aun estando solo, no sufrirás tanto. — ¿Tan necesario es? —Lo es para que en la vida no seas un hombre muy solo. Al vivir yo en tu corazón, se te abrirá un nuevo horizonte. En seguida notarás una metamorfosis en tu vida. |
—En tu corazón yo me haré tan pequeñito, que ni siquiera vas a sentirme.
|
—Lo sé todo, Zezé. Por eso he venido. Voy a vivir en tu corazón y protegerlo. ¿No lo crees? —Sí que lo creo. En tiempos tuve un pajarito dentro del pecho que cantaba conmigo las cosas más bonitas de la vida. — ¿Y qué fue de él? —Voló. Se marchó. —Entonces eso significa que tienes un hueco para albergarme. |
Volvía aquel antiguo dolor que siempre se empeñaba en perseguirme. ¿Volver a ser Zezé, tener una planta de naranja lima, perder al Portuga de nuevo?… —Reconócelo. ¿Es que no te gustaría? En aquel tiempo tenías algo que no sientes desde hace bastante, una cosita muy buena: la ternura. Asentí, desalentado, con la cabeza. —Pero no todo está perdido. Aún tienes la ternura de las cosas; si no, no estarías hablando conmigo. |
¿Quién escribió "Las aventuras de Huckleberry Finn"?