La Commune le parecía torpe, desatentada, incoherente, estúpida. De todas las reformas sociales que había prometido, no había podido realizar ni siquiera una, y era ya seguro que no dejaría detrás de sí ninguna obra duradera
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La Commune le parecía torpe, desatentada, incoherente, estúpida. De todas las reformas sociales que había prometido, no había podido realizar ni siquiera una, y era ya seguro que no dejaría detrás de sí ninguna obra duradera
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Sentía cada vez más la sombría necesidad de la destrucción, por lo mismo que se acercaba el fin de sus ensueños
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Mauricio aplaudió la creación de una Junta de salvación pública. Si se quería salvar la patria, ¿no era llegada la hora de las medidas enérgicas? De todas las violencias, sólo una le había oprimido el corazón; el derribo de la columna Vendôme
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Por una y otra parte empezaban ya las atrocidades; Versalles fusilaba a los prisioneros, París decretaba que, por la cabeza de uno de sus combatientes, haría caer tres cabezas de rehenes
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Y un terrible pánico se apoderó de ellos; los batallones se dispersaron, y volvieron a París a todo correr, mientras que la cabeza de la columna, cogida por un movimiento envolvente del general Vinoy, era acuchillada en Rueil. Entonces, Mauricio sintió aumentar su odio contra aquel supuesto gobierno de orden y de legalidad, que derrotado en todos los encuentros por los prusianos, no recobraba el valor sino para atacar París. ¡Y los ejércitos alemanes estaban todavía allí, presenciando aquel hermoso espectáculo de la caída de un pueblo!
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El gobierno se daba prisa a reunir fuerzas militares suficientes para rechazar un ataque que preveía. Las mejores tropas de los ejércitos del Norte y del Loire eran llamadas con premura, habían bastado diez días para reunir ochenta mil hombres
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Luego, andaba a la ventura por París, y al mediodía conocía que este pertenecía a la Commune. Thiers y los ministros habían huido a Versalles, con treinta mil hombres del ejército; desertaron cinco mil. A eso de las cinco y media, Mauricio se encontraba en el boulevard exterior, en medio de un grupo de energúmenos, escuchando sin indignación el relato del fusilamiento de los generales Lecomte y Clemente Thomas
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Transcurrieron ocho días más. París agonizaba sin exhalar ni una quejo. Las tiendas no se abrían ya; los pocos transeúntes no encontraban coches en las calles desiertas. Habían sido comidos cuarenta mil caballos; los perros, los gatos y las ratas se pagaban muy caros
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Mientras que la columna de la izquierda ocupaba a Montretout, la del centro, ... se estrellaba contra otra tapia interior. El deshielo y una llovizna continua habían puesto intransitables las carretras, y los cañones, aquellos cañones fabricados por suscripción popular, no pudieron pasar. La columna de la derecha, que había entrado en acción muy tarde, se quedó atrás. El general Trochu tuvo que dar la orden para la retirada general. Se abandonó a Montretout y a Saint - Cloud. Los prusianos incendiaron a Saint Cloud. Y al hacerse de noche, el horizonte de París se iluminó con aquel inmenso incendio.
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Delante de las panaderías y de las carnicerías, las largas hileras de gente que esperaba, en medio de la nieve, se alegraban, de cuando en cuando, con la noticia de grandes victorias imaginarias
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?