Julio odiaba el aire neblinoso de Europa, que exigía tanto a los ojos y que justificaba que hubiera una óptica en cada esquina.
|
Julio odiaba el aire neblinoso de Europa, que exigía tanto a los ojos y que justificaba que hubiera una óptica en cada esquina.
|
Julio no podía cortarse las uñas sin olvidar alguna. Días después descubría que el índice o el meñique no habían pasado por la poda. A esa uña absuelta le decía EL TESTIGO.
|
Las mujeres habían sido para él un derroche del que estaba orgulloso, pero en el que ya no quería incurrir. Se sentía como un piloto que ha chocado demasiados coches, un sobreviviente de lujo, al que le sobraban cicatrices.
|
¿En qué año se publicó?