Estaban perdidos en manos de una Diosa que podía hacer con ellos lo que quisiera.
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Estaban perdidos en manos de una Diosa que podía hacer con ellos lo que quisiera.
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No había amor más profundo que el que el Devorador le profesaba a su Diosa perdida.
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—Que me buscases no iba a significar que me lanzase a tus brazos. No somos una película romántica.
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Contempló sus hermosos ojos azules dilatados por el placer y quiso llorar por verse reflejada y ser la causante. —Lo siento, Chase —dijo susurrante. Había luchado por mantenerlo al margen, por protegerlo y no lo había conseguido. Lo había traicionado. —Yo no —sentenció solemnemente. Y todo por lo que había luchado en esos cinco años se había desvanecido en cuestión de segundos. |
Aimee tomó aire repetidas veces, efectivamente, aquel hombre ya no era el Chase que una vez conoció. Los ojos se anegaron de lágrimas y, por primera vez en mucho tiempo, no las reprimió; dejó que salieran, aunque amenazasen con acabar con su cordura. No quería estar allí. |
Se puso de pie dejando caer su bata al suelo dejando su piel expuesta y las crecientes marcas que surgieron. Todo su cuerpo se llenó de tribales propios de su especie, unos de color blancos dado su origen de ángel y otros negros por los demonios. Así era ella, hija de Luz y Oscuridad. En ella convergían dos mitades tan distintas que eran imposibles la existencia de la una sin la otra. Los tribales se esparcían por su cuerpo, al completo, hasta en sus ojos. Mostrando su auténtica naturaleza a su hermano, una que ya conocía bien. |
¿En qué año se publicó?