Normas de cortesía

Una portada del libro y un título que ya sugieren. Ay de las normas de cortesía, también lo podríamos denominar las reglas del juego.
Normas de cortesía, reglas del juego. La verdad es que de todo ello hay que aprender. Pues vamos a ellas.

El autor se inspiró en la célebre serie de fotografías que Walker Evans hizo en el metro de Nueva York en 1938, algunas de las cuales se reproducen en la novela.

Comienza muy bien, te intriga y quieres saber. La ciudad de New York de los años 1937 hasta el año 1941 queda fielmente reflejada en esta novela de 412 páginas que no puedes dejar de leer y que te atrapa.

Tiene grandes momentos, los más llamativos y deslumbrantes para mí, han sido los del inicio de la novela e interesantísimos los del final , también he percibido algunos otros en los que me alejaba un poco, aunque enseguida volvía a ella.

La novela está narrada por la joven Katey Kontent, que trabaja como mecanógrafa en un despacho de abogados de Wall Street. Ella y su compañera de pensión Eve Ross, salen a divertirse en la Nochevieja de 1937.
Y esa señalada noche ¿Qué ocurre? Pues todo comienza con un encuentro casual, aparece en escena un joven aristócrata, Theodore Tinker Gray y a partir de aquí, nada será igual.
Para Katey Kontent todo cambiará, es la transformación de su vida y su inmersión en los círculos y ambientes de la sociedad neoyorquina, los bares, las fiestas, los clubs de jazz, los hoteles… con una detallada evocación de Manhattan.

Una lectura totalmente cinematográfica. La estaba visualizando y además en color. Estaba viendo una película que me interesaba.

Encontramos diálogos muy interesantes, también bastante pérfidos y crueles, personajes bien definidos y caracterizados con problemas auténticos, y un ambiente del New York de los años treinta totalmente fascinante y certero. Así como las numerosas citas y alusiones a buenos libros, a la música y al cine.

Es imposible dejar de leer, a veces también sonríes y bailas y bebes y te arreglas y sales y disfrutas… pero también hay desamor y peligros con los que nos encontraremos.

Narrada con un estilo y un lenguaje rico y cuidado te va llevando por ese New York brillante que nunca duerme, como se dice, y en el que habrá muchas cosas que aprender, porque hay frivolidad y muchos desafíos.

Voy a comentar como ejemplo de lo que ocurre en el New York del momento la siguiente anécdota. En la página 247 se habla de los escaparates en la Quinta Avenida y en el año 1938 el tema de los mismos eran los cuentos de hadas, así es como en cada montaje, la princesa había sido sustituida por la figura de un hombre y el príncipe por la figura de una mujer.
(Es una buena idea para el profesorado y sus clases, versionar los cuentos cambiando los sexos). Tiene su encanto y me ha parecido genial.

En el New York de la época todo puede suceder y de hecho sucede. Algo que pervive en la actualidad. Cuando visité New York, también encontré aspectos extraordinarios que no los he encontrado en ningún otro lugar.

Y para finalizar, copio alguna cita que me ha gustado: “A modo de breve aparte, permíteme observar que en momentos de intensa emoción –ya provocados por la ira o la envidia, la humillación o el resentimiento-, si lo que vas a decir hace que te sientas mejor, lo más probable es que sea inoportuno.”(p. 224). Acertadísimo comentario y real.

Una buena lectura, recomendable.

En "Normas de cortesía" (2010. Título original "Rules of civility") Amor Towles cuenta la historia de Katey Kontent que era una joven mecanógrafa en un estudio de abogados en Nueva York en 1937.
Queda claro que para las mujeres jóvenes de recursos no acomodados la única forma de movilidad social era "casarse bien", pero por otro lado la alta sociedad era endogámica, lo que convertía en compleja la aspiración de ascenso social.
En esta dinámica la protagonista es la menos interesada en casarse, sino que tiene otro tipo de objetivos, lectora de los clásicos rusos va realizando desde su mirador una descripción muy particular de esa sociedad.
Así aparecen personajes deliciosos, diálogos imperdibles y por sobre todo una descripción de la época que es brillante. Se destacan muchas referencias a literatura de moda en ese momento, que enriquece la narración.
Hay un personaje paralelo que es su mejor amiga, Eve Ross, que sirve de historia espejada que se triangula con Theodore Tinker Gray, niño mimado de la frívola sociedad neoyorquina. Sin embargo.... no todo es lo que parece y allí tendremos una gran lección de vida.
Es evidente que Towles se siente cómodo con las historias ubicadas temporalmente en la primera mitad del siglo XX, de hecho su novela de reciente aparición "The Lincoln Highway", (editado por Penguin Randomhouse) es también de esa época.
Las descripciones precisas y bien efectivas, un relato con buena estructura, hacen de este un muy buen libro. Si algo tuviera que señalar como objetable es la inflación de personajes innecesarios que a veces puede provocar en el lector un poco de agobio (pero eso es muy personal, hay lectores que por el contrario disfrutan con esa situación).
Lo mejor es la referencia a las 110 "normas de cortesía y comportamiento decoroso en compañía y conversación" escritas por el joven George Washington (que se encuentran completas en el apéndice del libro).
En síntesis, rica historia, en la que se muestra como una chica se abre camino entre los círculos privilegiados de Nueva York a fines de los 30' utilizando su intelecto y su personalidad (esta es la originalidad de la historia) como así también una bonita historia de amor.
Este fue el primer libro de Towles, muy bueno por cierto. El segundo libro, "Un caballero en Moscú", es difícil de igualar, incluso para el mismo autor

No tenía conocimiento de este autor ni de ninguno de sus libros y, tras leer Normas de cortesía, me he dado cuenta de que me estaba perdiendo a un grandísimo autor.

Lo más destacable es la elegante prosa con la que nos deleita Towles y lo suavemente que nos va introduciendo en el glamouroso Nueva York de los años 30. Siempre he escuchado/leído lo de "los alegres años 20", pero los años 30 no fueron mucho menos alegre. Es cierto que la segunda guerra mundial ensombreció parte de esa década, pero la vida seguía al otro lado de las trincheras. Los neoyorquinos seguían desempeñando sus trabajos de día y los más noctámbulos continuaban disfrutando de los garitos y restaurantes de más alto copete.

Siempre hago mucho hincapié en los personajes y en esta reseña no podía ser menos ya que cada uno, con su forma de ser, destacan tanto para lo bueno como para lo malo. Entre los principales debo destacar a Katie, la que lleva el papel de la principal protagonista. A raíz de un suceso en los años 60 nos trasladará 30 años atrás y a través de sus recuerdos iremos descubriendo sus vivencias y cómo fue forjando su futuro gracias a su decidido y fuerte carácter en cada situación a la que se debe enfrentar y de las que suele salir triunfadora.

Podría pasar horas hablando de esta maravillosa novela, pero es mejor que os decidáis a leerla y ojalá la disfrutéis tanto como yo.

"La mayoría de la gente tiene más necesidades que deseos. Por eso lleva la vida que lleva. Pero el mundo lo dirigen aquellos cuyos deseos aventajan a sus necesidades".

En toda vida existe un año que se recuerda con especial intensidad. Ya sea para añorar lo que en él se vivió o para que no olvidemos que no debe repetirse.

   No todas las personas que compartieron con nosotros ese año, ocuparán un lugar de honor en el pasillo de las fotografías elegidas para narrar nuestra vida. Pero algunos de ellos se quedarán con nosotros para siempre y seguirán dibujando una sonrisa en nuestro rostro cuando su nombre llegue a nuestros oídos desde un lugar en el que jamás pensamos que llegarían a estar.

   Algunas de las cosas que suceden en ese año nos provocan vergüenza; otras, orgullo. La mayoría de ellas simplemente pasaron porque tenían que pasar: no somos del todo dueños de nuestro destino, como para pretender serlo del de los demás.

   Pero lo que despertará nuestra nostalgia de una manera más rabiosa será la versión de nosotros mismos que estuvo allí y de la que surgió el ahora. Lo que sentiste, lo que sufriste, todo a lo que tuviste que renunciar y las normas que cada uno se impuso para rozar con la punta de los dedos eso que algunos llaman felicidad.



   Amor Towles y su homenaje al Manhattan de los años treinta es, ni más ni menos, que lo que se espera de él: la dosis justa de sentimentalismo, de inteligencia, de amor y de odio. La recreación perfecta y maravillosa de una época y unos personajes tan bien perfilados que terminas creyendo que ellos también formarán parte de ese año que siempre recordarás.

“Al otro lado de la mesa, oí el aleteo de las pestañas de Eve. Un abrigo de cachemir y una cita en Nochevieja con un hermano; ¿qué más les hacía falta saber a un par de chicas?” ~ Normas de cortesía de Amor Towles.

Después de lo mucho que me gustó Un caballero en Moscú estaba claro que me iba a leer Normas de cortesía sí o sí y aunque no me ha atrapado tanto como la historia del conde Rostov, he reconocer que me encanta cómo escribe Amor Towles así que seguiré leyendo lo que vaya publicando.

En Normas de cortesía viajamos a Nueva York, 1937, y lo hacemos desde la misma noche de Fin de Año cuando dos amigas, Katey y Eve, compañeras de pensión, deciden salir de marcha. En un club, conocen al encantador Tinker y a partir de ese momento la vida cambia para ambas aunque no lo hará de la misma manera pero sí en el mismo sentido puesto que conocen el mundo de la alta sociedad. Es Katye quien nos va contando su historia y a través de su narración en primera persona sabemos también qué sucede en la vida de Eve y en la de Tinker.

Un libro que se lee sin prisa pero sin pausa y que me ha gustado mucho cómo está escrito, estructurado y cómo va avanzando la historia durante un año hasta el 30 de diciembre de 1937. Y, por supuesto, ese cierre con las 110 normas de cortesía que te ayudan a situarte en la sociedad aristocrática, o por lo menos en la de Tinker.