Aquella pregunta fue tan repentina que me dejé llevar por los recuerdos. Estos desfilaron ante mis ojos y, como suele pasar con los recuerdos, todos ellos parecían ser mejor, más bonito, más feliz que en la realidad.
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Aquella pregunta fue tan repentina que me dejé llevar por los recuerdos. Estos desfilaron ante mis ojos y, como suele pasar con los recuerdos, todos ellos parecían ser mejor, más bonito, más feliz que en la realidad.
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Es precisamente al anochecer cuando suceden las cosas más interesantes, porque entonces se borran las diferencias simples. Yo podría vivir en un crepúsculo eterno.
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Los niños siempre me han atraído más que los adultos, porque yo también soy un poco infantil. No hay nada de malo en ello. Lo bueno es que lo reconozco. Los niños son dúctiles y tiernos, abiertos y sencillos. Y no hablan de banalidades, como ocurre la mayor parte del tiempo con los adultos.
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Entendí que la tristeza era una palabra importante en la definición del mundo. Estaba en la base de todo, era el quinto elemento, la quintaesencia.
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Las madrugadas de invierno están hechas de acero, tienen un sabor metálico y afiladas aristas. Los miércoles a las siete de la mañana, en enero, queda muy claro que el mundo no ha sido creado para el hombre, y sobre todo no para su comodidad y placer.
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De un país dan fe sus animales. Nuestra actitud hacia ellos. Si la gente se comporta brutalmente con los animales, no hay democracia que pueda ayudarlos, ni nada en absoluto.
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Ningún Dios se ocupa de eso, ningún contador celestial. Sería difícil que una persona soportara tanto sufrimiento, especialmente para alguien omnisciente, creo que se desintegraría bajo la presión de ese dolor, a menos de que se hubiera pertrechado con anterioridad tras algún mecanismo de defensa, como el ser humano. Sólo una máquina sería capaz de cargar con todo el dolor del mundo. Sólo una maquinaria sencilla, efectiva y justa. Pero como todo tenía que funcionar de manera mecánica, nuestras oraciones eran innecesarias.
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Gregorio Samsa es un ...