Sobre los huesos de los muertos de Olga Tokarczuk
Ningún Dios se ocupa de eso, ningún contador celestial. Sería difícil que una persona soportara tanto sufrimiento, especialmente para alguien omnisciente, creo que se desintegraría bajo la presión de ese dolor, a menos de que se hubiera pertrechado con anterioridad tras algún mecanismo de defensa, como el ser humano. Sólo una máquina sería capaz de cargar con todo el dolor del mundo. Sólo una maquinaria sencilla, efectiva y justa. Pero como todo tenía que funcionar de manera mecánica, nuestras oraciones eran innecesarias.
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