El jardín de vidrio

A veces nos topamos con autoras especiales como 𝘛𝘢𝘵𝘪𝘢𝘯𝘢 𝘛𝘪𝘣𝘶𝘭𝘦𝘢𝘤, que son capaces de crear historias e integrarlas en nuestro sistema circulatorio. Desde que leí El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes no pude resistirme a leer algo más de ella. Me fascina como utiliza una prosa tan delicada y poética para contar historias duras y desgarradoras.

𝘌𝘭 𝘫𝘢𝘳𝘥í𝘯 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘥𝘳𝘪𝘰 está protagonizado por una niña que desde su infancia es obligada a trabajar (durante los peores años de la etapa comunista de Moldavia) recogiendo botellas vacías en un entorno hostil donde prima la violencia y la lascivia.

Tal y como ha confesado la autora, el libro no solo es reflejo de sus propias vivencias personales, si no que se puede leer desde dos perspectivas diferentes. Por un lado, desde la perspectiva de esa niña sin padres y criada por una desconocida. Por otro, como una alegoría de un país abandonado y custodiado por extranjeros que no tiene muy claro de que bando forma parte. Todo ello, a través de capítulos cortos e intensos que terminan conformando una extensa carta hacia esos padres que nuestra protagonista nunca tuvo.

El egoísmo, el desarraigo, el valor de la identidad y de la lengua, la maternidad no escogida, el abuso al que están sometidas las mujeres, o el abandono son algunos de los temas que se tratan aquí. Tatiana, con la labor de una costurera, logra hilvanarlos todos con un hilo de fortaleza surgido de la capacidad del ser humano para encontrar belleza en lo miserable.

Y este es el mensaje que se queda conmigo, aunque quizá no sea el que la autora pretende trasmitir. Pero es que a veces nos sentimos tan abrumados por la tragedia y los malos recuerdos, que solo necesitamos detenernos un minuto, respirar, y contemplar la luz que atraviesa nuestro pequeño jardín de vidrio.

¿Cuánto poder tiene un idioma en alguien?
Tiene un comienzo y un desenlace fuerte, pero por el medio me perdí. Recomiendo saber del contexto histórico: el comunismo en Moldavia. Yo desconocía del tema, fue la causa que me desoriento en el transcurso de la historia.
En la trama hablan dos lenguas: el ruso y el rumano. El ruso es "la lengua principal" mientras que el rumano no es relevante en la época que viven los protagonistas. La importancia que le dio la autora, provocó el enganche que necesitaba. Tiene capítulos cortos. Con saltos temporales continuos.
Los dos personajes principales están muy bien desarrollados. El amor entre madre e hijo es otra vez el tema principal. Pero en este caso con una adopción de por medio.
Si me dan a escoger entre los dos libros que escribió la autora hasta el momento. Prefiero "El verano en qué mi madre tuvo los ojos verdes" este me llegó más profundo.

El vidrio refleja la luz esparciéndola a su alrededor, pero si sufre perturbaciones se rompe y sus fragmentos cortan. Pasa de una superficie lisa, casi pura, a ser peligroso, con sus filos lacerantes. Afilado, como este libro.
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Es la confirmación de que Tatiana Tibuleaç sabe escribir con total acierto historias difíciles que arañan sin piedad a quien las está leyendo. La autora asoma su mano entre las páginas agarrando una botella rota y te rasga la piel, escondiéndose al momento y volviendo a aparecer en cualquier instante para hacer lo mismo.
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Lastochka es una niña que está creciendo en un terrible orfanato y es rescatada por una mujer, Tamara Pavlovna, que la acoge en su casa. Su medio de vida es recoger botellas por la ciudad, un trabajo duro. Viven en un patio poblado de muchos personajes que tienen su parcela en esta novela. Desde su mirada adulta y un lugar distinto, Lastochka recorre una infancia y una adolescencia difíciles, marcadas por la soledad, los vidrios sucios y la dureza, y una edad adulta que no se queda atrás.
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Jabón, dinero, golpes. Dinero.
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La vida se ve afectada por la política y su ritmo: un sonido de tambores, siempre complicado, que obliga a una danza de lenguas (ruso, moldavo, rumano) de pasos casi imposibles.
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Los años, la vida y su sangre, el futuro.
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Cuesta enderezar los caminos escritos con renglones torcidos. Las curvas llegan una y otra vez y no cejan en su empeño de dificultar el avance, descendiendo y disponiendo obstáculos a granel, haciendo que el mundo de la protagonista vaya acumulando pesos que siempre van a desequilibrar la balanza y que ella pretende descargar en esta carta dirigida a unos padres evaporados.
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'El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes' dejó el listón altísimo (absolutamente recomendable). Puesto a elegir entre una y otra me quedaría con la anterior, si bien esta es también una gran novela que, como su hermana mayor, es una herida abierta y latente que escapa del libro para dejar su dolor en el lector.
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El jardín de vidrio cuenta la historia de Lastochka, una niña huérfana adoptada por una enigmática mujer. Lo que en principio parece el fin de su sufrimiento (la vida en el orfanato no es fácil, tal y como nos va dejando entrever a lo largo de todo el libro) se convierte en otra etapa no exenta de sufrimiento: ha sido adoptada para recoger botellas de cristal por las calles...

Es una historia que va del pasado al presente, en el que es Latostochka la que nos cuenta en capítulos muy cortos, pequeñas píldoras de su vida, la que nos deja entrever a veces de manera velada y otras explícitamente todo su sufrimiento.

Además en un contexto político que es protagonista secundario...

Qué bueno es leer de nuevo a Tatiana, tiene una manera de escribir muy bella. Dejo unos pequeños fragmentos...