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Críticas sobre El jardín de vidrio (14)
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marta_lo
 23 June 2022
Este apabullante libro me ha dejado sin palabras. Trauma sobre trauma, la protagonista escribe una larga carta a sus padres, sin saber si murieron o la abandonaron. Lo sabrá más tarde, pero eso no cambia las cosas. No cambia la miseria en la que vive en el orfanato ni en la que vive después con Tamara Pavlovna.

Toda Moldavia habla ruso, así que Pavlovna cree que a la niña le conviene hablarlo y que se olvide de su rumano natal. La educación y la limpieza son muy importantes para esta mujer, pero sigue pegando y haciendo trabajar a la niña, Lastochka, diariamente. Ellas crean su propio jardín de vidrio en el pasillo cuando terminan de limpiar todas las botellas para llevarlas a vender. Un jardín falso pero que al abrir la puerta de la casa desprende unos colores inigualables.

Además de una sociedad agitada políticamente y en continuo cambio, Lastochka tiene que vivir con miedo a los abusos por parte de los hombres que la rodean: el profesor de Educación Física del colegio, vecinos o transeúntes de una ciudad sucia y pobre en la que la vida de una mujer o una niña no vale nada. Todos los días hay noticias de mujeres o niñas a las que se han llevado y les han hecho cosas indecibles, y todas por igual viven con ese miedo metido en el cuerpo desde que tienen uso de razón.

La riqueza del lenguaje del que Tatiana Tîbuleac hace gala me ha parecido impresionante. Multitud de palabras en rumano y en ruso asoman en estas páginas traducidas al español. Seguro que en alguno de esos idiomas es mucho más rico, pero para mí ha sido un conjunto de idiomas con un resultado precioso.

En definitiva, me ha parecido un libro que trastoca todo lo que tienes dentro, una bomba que explota en tu cabeza y en tu corazón, que te trae la realidad en su faceta más cruda y te la planta delante sin ningún miramiento. Conviene leerlo con precaución, sabiendo que en sus páginas se encuentra un abuso a menores. Un libro fuerte pero con una voz que hay que escuchar con atención.
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Nuryta
 19 February 2024
Un libro que me resultó muy complicado pues a pesar de sus capítulos cortos, hace constantes saltos en el tiempo que al menos al inicio hace difícil la comprensión. A esto se suma la gran cantidad de personajes con nombres rusos que para mí siempre han sido un problema por sus variaciones. Y como si eso fuera poco, hay continuas frases en ruso, rumano o moldavo, al final no sé decir cuál era cuál.

Repasemos el contexto socio político. Estamos en Moldavia, una zona que a través de la historia ha sufrido constantes invasiones y dominios que obviamente han repercutido en la idiosincrasia de sus pobladores hasta la actualidad. En el s.XX formó parte de la Unión Soviética y con su disolución ha sufrido una independencia convulsa donde se alternan las ideas comunistas y democráticas, a la vez que sus habitantes han debido ajustar históricamente su idioma oficial dependiendo de quién esté en el poder.

En ese escenario, la autora nos lleva a conocer a una niña de siete años, Lastochka, huérfana que ha sufrido de abusos constantes desde muy pequeña. A esa edad, una vieja mujer la saca del orfanato (la compra literalmente), para que trabaje a su cargo en la recolección de botellas para su manutención, lo que le lleva a un mundo de basura, borrachos, pobreza y más dolor.

Lastochka ya adulta es quien cuenta la historia de una forma alucinante, saltando de su niñez al presente, contando a sus padres ausentes lo dura que ha sido su vida, las personas que han tenido que ver con ella dándole algunas pequeñas luces y alegrías, pero sobre todo dolor, trabajo y esfuerzo. Una historia muy dura, en la que además ha perdido su identidad, su idioma, su inocencia, pero que a la vez le ha impulsado a luchar, a estudiar y superarse.

No sé, supongo que debería hacer una relectura para tratar de entender mejor, sé que sacaría grandez enseñanzas, pero de momento tendré que dejarla para más adelante.

Muchas gracias a mis queridas compañeras de lectura, sin ellas, posiblemente lo habría abandonado, fueron un gran apoyo para tratar de dilucidar toda la trama.
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Mireialectora
 23 June 2021
Volver a leer a Țîbuleac después de 'El verano en que mi madre tuvo los ojos tristes' iba a ser un arma de doble filo: enfrentarse a una lectura placentera pero saber que el efecto sorpresa ya no está ahí. Intentando superar ese pequeño hándicap he logrado disfrutar de 'El jardín de vidrio', he reconocido en sus páginas los detalles que me enamoraron de la escritura de Tatiana y he constatado que esa primera novela no fue flor de un día y tenemos autora para rato.

En esta ocasión, la voz es la de Lastochka, una niña huérfana moldava que es adoptada por una anciana que se dedica a la recogida de botellas por las calles para revenderlas y que desde el primer día le deja claro que su papel va a ser trabajar para ella y, más importante si cabe, aprender ruso. La importancia del idioma como seña de identidad queda patente desde las primeras páginas. La niña se verá despojada de lo poco que tiene, su lengua materna, las palabras en las que se siente segura, y deberá aprender otras nuevas en las que no logra encontrar los matices que necesita.

Con capítulos cortos y a través de saltos temporales, se van alternando la niña y la mujer en la que se convertirá, entendemos la dureza de la voz adulta a través de las experiencias vividas en la infancia y adolescencia. Lastochka acarrea en su vida penas y rencores igual que acarreaba vidrio, y sin embargo, es capaz de escarbar en el dolor para encontrar belleza, pequeños detalles que iluminan su jardín secreto.

De manera hábil también vemos reflejada la convulsa situación política y social de Moldavia, durante el comunismo y tras la llegada de Gorbachov. Las vecinas de Lastochka, su red de apoyo, las que le ayudan a crecer, se encargan de explicarnos de manera sutil el día a día en esa época.

En mi opinión, quien conozca la primera novela de Țîbuleac no debe tener miedo a leer esta. Probablemente no esté al mismo nivel pero es innegable la calidad que tiene. ¡Cuántos libros peores leeremos al año! Y quien no la conozca aún no sé a qué espera.
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herbookss
 01 May 2021
¿Habéis mirado alguna vez a través de un caleidoscopio? ¿Lo habéis girado y girado viendo como sus piezas se juntan y se separan, se mezclan y crean formas nuevas? ¿Habéis sentido cómo os hipnotiza? Pues así es como nos cuenta Lastochka su historia, a través de pequeñas partes fragmentadas y desordenadas que, como si estuvieran dentro de su calidoscopio, se revuelven y van cambiando. Dando vueltas sin parar, hacia adelante y hacia atrás, aparentemente sin sentido, casi de forma obsesiva, sin tregua. Sin dejarte apenas respirar. Y tienes que parar. Necesitas asimilar lo que te acaba de contar. Porque a veces habla de forma velada pero otras muy claramente, como si te escupiera sus palabras en la cara. Palabras crudas, sin adornos, que golpean. Pero a la vez no puedes parar, tienes que seguir.

Y mientras conoces a esa niña huérfana y a la mujer que le adoptó te adentras también en la Moldavia soviética, en un complejo retrato social, cultural y político de la época. Su identidad, su lengua. También eso forma parte de ellas, condiciona sus vidas y las de las personas a su alrededor, sus amigos, los vecinos del barrio.

No sé, siento que todo lo que yo diga se va a quedar corto. No es una lectura fácil por varios motivos, es dura y exigente, tampoco sé si es para todos los públicos... Pero hay que escuchar la voz de esta niña que ahora ya es una mujer y que tiene tanto que contarnos. de verdad que vale la pena.

Me habéis preguntado varias personas si creo que este libro está a la altura del primero, "El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes". Son diferentes y, la verdad, no sabría deciros cuál de los dos es mejor. Por el tipo de historia yo personalmente quizá me decantaría por el primero, pero en este se abordan más temas y creo que son muy muy interesantes. Así que ya sabéis, ante la duda leed los dos 😁
Por cierto, ¿a alguien más le ha parecido que tiene un punto parecido al estilo de Agota Kristof?
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LAKY
 25 April 2021
A finales del año 2019 leí “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” y fue una lectura fantástica, una de las mejores del año. de hecho, es de esos (pocos) libros que, pasado el tiempo, aún siguen en mi memoria. de esos libros que te tocan y te duelen y eso es, precisamente, lo que los hace inolvidables. Por eso cogí la nueva novela de la autora con muchas ganas.

Lastoschka es una niña moldava a la que la anciana Tamara Pavlovna adopta Lastochka fue abandonada al nacer en un orfanato y las condiciones en el mismo, en pleno comunismo, eran terribles. Pero la vida que le espera con Tamara Pavlovna no es demasiado mejor. La anciana la ha adoptado, más que por una cuestión humanitaria, porque necesita ayuda. Así, desde niña, le enseña su “oficio”: la recogida de botellas usadas para limpiarlas y vendérselas a los borrachos.

La novela está escrita a modo de carta que Lastoschka dirige a sus inexistentes padres aunque la verdad es que más parece una especie de diario o unas memorias de una protagonista ya adulta. Debido a esta estructura, está escrita en primera persona y hay ocasiones en las que la protagonista se dirige directamente a quienes espera sean los receptores de sus cuitas: sus padres.

No es una novela de fácil lectura; al menos, hasta que le coges el truco. Está dividida en muchísimos capítulos de cortísima extensión: en concreto, son ciento sesenta y siete capítulos nada más y nada menos. La mayoría no tienen más de dos hojas, muchos de ellos tan sólo una. A través de ellos, la protagonista va desgranando sus recuerdos desde que Tamara Pavlovna la adoptó hasta que, más o menos, empezó a estudiar en la Universidad. Nos cuenta las cosas de manera un tanto errática: de forma lineal pero según se va acordando, acercándose y alejándose de lo que quiere decir y dando cosas por sobreentendidas. al principio no entiendes demasiado, la verdad. Entre otras cosas porque, al menos yo, no conocía apenas nada de la situación de Moldavia, de Rumanía y de las repúblicas socialistas soviéticas que formaban parte de la extinta URSS. Y, sin duda, no tenía ni idea de los problemas con el idioma, el impuesto y el inventado. Cuando nació Lastoschka (y la autora), Moldavia pertenecía a la URSS y su identidad cultural y lingüística había sido absorbida por lo ruso. Por eso Tamara Pavlovna quiere que la niña hable en ruso (cada día le obligaba a aprender siete palabras en ruso y, si se equivocaba, le daba con el dedo en la frente). Por eso quería que fuese a la escuela rusa y no a la moldava. Por eso Lastoschka aprendió ruso y empezó a hacerlo todo en ruso, incluso soñar; y por eso, cuando la URSS se disgregó y los diferentes países fueron consiguiendo la independencia y recuperando su cultura anterior al comunismo, la niña se enfrentó a un idioma y a un país que ya no reconocía como suyos.

No nos habla la autora de la situación política del país, tampoco de la social. al menos, no directamente. Como todo en esta novela, las cosas se van diciendo poco a poco, muchas veces de refilón. La autora y la protagonista en su nombre dicen tanto como callan y es poco a poco que el lector se va dando cuenta de la profundidad de la historia, de lo que está pasando en ese país, en esa ciudad de Chisinau, en ese patio de vecinos y en la casa donde vive Lastoschka.

La novela habla de miseria y de violencia. Eran otros tiempos y la vida resultaba muy dura. Y más para una niña huérfana que debía trabajar duramente y que mendigaba un poco de afecto. Nos habla de sus amigos y vecinos, los que vivían en las casas que van a dar al patio de vecinos donde hacían vida comunal. Unas vidas tan miserables como la suya propia, cada uno de ellos con su pesada mochila a cuesta. Tampoco la vida de sus compañeros de colegio es mejor: vivían en un mundo en el que los padres pegaban a sus hijos, en el que los profesores enseñaban con mano dura y nadie era capaz de hacer las cosas de otra forma. En ese mundo tan miserable, la protagonista crece con dos sueños: saber por qué sus padres la dejaron en el orfanato (pues, obviamente, no es lo mismo que haya sido el destino cruel quien le haya privado de unos padres que el hecho de que fueran ellos quienes decidieran abandonarla por no quererla lo suficiente) y el de ser médico. Lastoschka siempre ha querido ser médico y, afortunadamente, su madre adoptiva le apoyará en ello. de hecho, desde el principio de la novela sabemos que lo consiguió porque, como ya he dicho, la novela está contada desde el presente por una protagonista ya adulta y médico.

El jardín de vidrio” es una novela muy diferente a “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” aunque hay dos cosas que las unen: el drama y la violencia. Y la forma tan bonita y personal que tiene Tatiana Tibuleac de contar las cosas. El libro está lleno de emociones pero, como el anterior, de forma contenida, sin buscar la lágrima fácil.

Conclusión final

El jardín de vidrio” es una novela llena de sentimientos que nos habla de una infancia muy dura. Un libro que destila rabia, pena, desamor, culpa, resentimiento, violencia y drama. Un libro muy bonito cuya lectura os recomiendo.
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Lavidamurmura
 04 November 2021
Comparar El jardín de vidrio con El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes es tan inevitable como cuando te dicen que no pienses en un elefante rosa e inmediatamente ya corretea por tu pensamiento. Aparentemente una obra nada tiene que ver con la otra, pero que Țîbuleac haya dejado el listón tan alto hace que las comparaciones sean odiosamente irremediables. En esta ocasión, la sombra del triunfo anterior quizá es demasiado dilatada para que esta segunda obra no se vea sepultada.

Veo lo suficientemente nítido que en ambas obras el estilo de Țîbuleac es brutal, no escatima en crear atmósferas violentas, opresivas, habitadas por personajes atormentados y sufrientes. Pero creo que en este segundo libro todo es tan doloroso que deja de ser bello para transformarse en angustioso.

Lastochka es una niña huérfana que es sacada del orfanato por una anciana, Tamara Pavlova, que si bien en un primer momento le ofrece una segunda vida, no tardará en obligarla a trabajar recogiendo botellas y, condenándola, a una infancia y adolescencia que se verá agravada en su dificultad por el contexto político y social que ofrecen los años de comunismo en Moldavia.

La relación entre ambas pasa por diferentes etapas, así como las relaciones de la niña con el resto de vecinos y amigos del patio. Pero esta relación siempre estará envuelta en el miedo, la dependencia, el odio, la conmiseración.

La novela está escrita en una serie de cartas dirigidas a los padres que nunca tuvo (incluso a veces parece que dirigidas a sí misma o a otras personas) en forma de capítulos muy cortos que harán que sea relativamente rápida de abordar, hablando en ellas desde la perspectiva de niña y también desde la adultez.

Me encuentro con esta lectura en una situación extraña, ambigua. Por un lado, me ha gustado seguir la trayectoria de una voz actual, capaz de crear historias profundas, de las que despiertan la sensibilidad y decenas de frases en la memoria; pero, por otro lado, siento que le ha faltado algo, quizá la expectativa era demasiado alta o quizá el brillo se lo llevó casi por entero la estrella mayor.

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LAKY
 28 April 2021
Lastoschka es una niña moldava a la que la anciana Tamara Pavlovna adopta Lastochka fue abandonada al nacer en un orfanato y las condiciones en el mismo, en pleno comunismo, eran terribles. Pero la vida que le espera con Tamara Pavlovna no es demasiado mejor. La anciana la ha adoptado, más que por una cuestión humanitaria, porque necesita ayuda. Así, desde niña, le enseña su “oficio”: la recogida de botellas usadas para limpiarlas y vendérselas a los borrachos.

La novela está escrita a modo de carta que Lastoschka dirige a sus inexistentes padres aunque la verdad es que más parece una especie de diario o unas memorias de una protagonista ya adulta. Debido a esta estructura, está escrita en primera persona y hay ocasiones en las que la protagonista se dirige directamente a quienes espera sean los receptores de sus cuitas: sus padres.

No es una novela de fácil lectura; al menos, hasta que le coges el truco. Está dividida en muchísimos capítulos de cortísima extensión: en concreto, son ciento sesenta y siete capítulos nada más y nada menos. La mayoría no tienen más de dos hojas, muchos de ellos tan sólo una. A través de ellos, la protagonista va desgranando sus recuerdos desde que Tamara Pavlovna la adoptó hasta que, más o menos, empezó a estudiar en la Universidad. Nos cuenta las cosas de manera un tanto errática: de forma lineal pero según se va acordando, acercándose y alejándose de lo que quiere decir y dando cosas por sobreentendidas. al principio no entiendes demasiado, la verdad. Entre otras cosas porque, al menos yo, no conocía apenas nada de la situación de Moldavia, de Rumanía y de las repúblicas socialistas soviéticas que formaban parte de la extinta URSS. Y, sin duda, no tenía ni idea de los problemas con el idioma, el impuesto y el inventado. Cuando nació Lastoschka (y la autora), Moldavia pertenecía a la URSS y su identidad cultural y lingüística había sido absorbida por lo ruso. Por eso Tamara Pavlovna quiere que la niña hable en ruso (cada día le obligaba a aprender siete palabras en ruso y, si se equivocaba, le daba con el dedo en la frente). Por eso quería que fuese a la escuela rusa y no a la moldava. Por eso Lastoschka aprendió ruso y empezó a hacerlo todo en ruso, incluso soñar; y por eso, cuando la URSS se disgregó y los diferentes países fueron consiguiendo la independencia y recuperando su cultura anterior al comunismo, la niña se enfrentó a un idioma y a un país que ya no reconocía como suyos.

No nos habla la autora de la situación política del país, tampoco de la social. al menos, no directamente. Como todo en esta novela, las cosas se van diciendo poco a poco, muchas veces de refilón. La autora y la protagonista en su nombre dicen tanto como callan y es poco a poco que el lector se va dando cuenta de la profundidad de la historia, de lo que está pasando en ese país, en esa ciudad de Chisinau, en ese patio de vecinos y en la casa donde vive Lastoschka.

La novela habla de miseria y de violencia. Eran otros tiempos y la vida resultaba muy dura. Y más para una niña huérfana que debía trabajar duramente y que mendigaba un poco de afecto. Nos habla de sus amigos y vecinos, los que vivían en las casas que van a dar al patio de vecinos donde hacían vida comunal. Unas vidas tan miserables como la suya propia, cada uno de ellos con su pesada mochila a cuesta. Tampoco la vida de sus compañeros de colegio es mejor: vivían en un mundo en el que los padres pegaban a sus hijos, en el que los profesores enseñaban con mano dura y nadie era capaz de hacer las cosas de otra forma. En ese mundo tan miserable, la protagonista crece con dos sueños: saber por qué sus padres la dejaron en el orfanato (pues, obviamente, no es lo mismo que haya sido el destino cruel quien le haya privado de unos padres que el hecho de que fueran ellos quienes decidieran abandonarla por no quererla lo suficiente) y el de ser médico. Lastoschka siempre ha querido ser médico y, afortunadamente, su madre adoptiva le apoyará en ello. de hecho, desde el principio de la novela sabemos que lo consiguió porque, como ya he dicho, la novela está contada desde el presente por una protagonista ya adulta y médico.

El jardín de vidrio” es una novela muy diferente a “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” aunque hay dos cosas que las unen: el drama y la violencia. Y la forma tan bonita y personal que tiene Tatiana Tibuleac de contar las cosas. El libro está lleno de emociones pero, como el anterior, de forma contenida, sin buscar la lágrima fácil.

Conclusión final

El jardín de vidrio” es una novela llena de sentimientos que nos habla de una infancia muy dura. Un libro que destila rabia, pena, desamor, culpa, resentimiento, violencia y drama. Un libro muy bonito cuya lectura os recomiendo.
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LeerAquiAhora
 18 December 2023
Premisa:
Una niña es rescatada de la terrible situación que vive en Moldavia. Pero en realidad, la anciana que la acoge solo pretende que trabaje para ella recogiendo botellas. Convivirá con diferentes niños que se encuentran en situaciones similares y haremos un viaje a lo largo de su vida. Nos enfrentamos a un relato en que la crueldad, la falta de empatía y la superación de las adversidades se tornan en sus verdaderos protagonistas.

Opinión:
Definitivamente, las expectativas que me había generado tras leer el otro libro de la autora me han jugado una mala pasada. Y aunque la forma de escribir de la autora rezuma lirismo, belleza y dramatismo, no he sido capaz de conectar con esta historia. Quizá sea porque la problemática en que está contextualizada me resulta demasiado lejana y abstracta. También puede ser porque de vez en cuando utiliza frases en su lengua madre, y eso me ha sacado de la lectura. O porque, a través de unos capítulos muy cortos la autora realiza cambios temporales y de contexto que a veces cuesta aterrizar. Lo que está claro es que me he encontrado a las tres cuartas partes del libro deseando que se terminase. Y eso me ha dolido, ya que si nos quedamos con la parte y no con el todo, he disfrutado mucho de ciertas frases o fragmentos. Quizá si lo hubiese leído en otro momento, o hubiese esperado un tiempo más prudencial entre una publicación y otra, lo habría disfrutado más. Nunca podré saberlo. Lo que si podré es darle otra oportunidad más adelante a ver si me reconcilio con Tatiana.

Nota: 3 sobre 5
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Palabradelectora
 05 July 2021
"El jardín de vidrio" nos habla de Lastochka, una niña que aprendió a sufrir desde su nacimiento. Abandonada por sus padres, y tras pasar por un orfanato, Lastochka es adoptada (quizá sea más adecuado utilizar la palabra "comprada") por una mujer sin escrúpulos con la que vive un auténtico calvario de abusos, maltrato y trabajos forzados. Una situación de violencia que traspasa los muros de la casa y convierte su entorno en un terreno hostil del que es incapaz de salir. La novela se construye como una extensa carta a los padres que le abandonaron, una carta llena de reproches, dolor y resentimiento.
.
"El jardín de vidrio" tiene mucho de esa primera novela que me cautivó; capítulos cortos que son como golpes en el alma y un lenguaje delicado, poético y exquisito con el que Tatiana Tibuleac es capaz de envolver una historia dura, desgarradora e incluso cruel en determinados momentos.
.
"El jardín de vidrio" es una novela que requiere cierto esfuerzo lector y no porque sea denso, aunque si considero es algo repetitiva, es más bien una cuestión de estructura. La novela es un continuo desorden de vivencias y pensamientos de la protagonista, así como una continua salpicadura de personajes que entran y salen de la historia sin previo aviso, algo que hizo que al principio me costara centrarme y entrar en la historia. Eso si, una vez que entras la novela invita a seguir leyendo.
.
Quizá el problema más importante con el que me he topado es que la novela tiene un trasfondo político muy importante, la situación política y social de la Moldavia soviética es un personaje más aunque no se hable directamente de ello. Y claro, mi casi total desconocimiento de los hechos me ha complicado entender ciertos momentos valiosos dentro de la novela... pero ante esto no debo más que entonar el mea culpa.
.
A pesar de lo dicho y aunque "El jardín de vidrio" no supere a "El verano en que mi madre
tuvo los ojos verdes" merece la pena leerlo solo por volver a la escritura de Tatiana Tibuleac. Una escritora con un estilo muy personal y una pluma bellísimas.
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NatInBooks
 20 May 2021
La sutil dureza del maltrato que sufren los niños, de los pocos derechos que tienen y de la penosa educación que reciben es brutal. Cada uno de los personajes de esta historia ha sido desarrollado con tremendo detalle.

Tatiana se caracteriza por un estilo narrativo excepcional. Mediante capítulos muy cortos y un lenguaje que te deja sin palabras, esta historia se lee en un suspiro.

Podía ver el sufrimiento de los niños, la suciedad de sus ropajes y la rabia que no se molestaban en esconder los demás. Es increíble el poder de transmisión de emociones que tiene la autora.

Tatiana hace magia con sus manos. Dibuja escenarios en tu mente con suma facilidad, crea personajes con gran precisión y narra de una forma bellísima. Es cierto que la trama en sí misma no me ha encantado, pero merece la pena su lectura por todo lo demás.
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