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Inicié el sendero invisible de miguitas de pan que me conducían a mi destino. A él y a nuestros mundos destinados a colisionar una y otra vez. |
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Inicié el sendero invisible de miguitas de pan que me conducían a mi destino. A él y a nuestros mundos destinados a colisionar una y otra vez. |
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Noah me observó con atención. Fue ahí donde descubrí que si se lo proponía sería capaz de leer mi código de barras interno y que bajo ningún concepto debía adentrarme en su mirada l terminaría atrapada.
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Una vez leí que perteneces a todos los lugares a los que regresas cuando cierras los ojos, pero yo creo que tu verdadero sitio es aquel en el que quieres permanecer con ellos abiertos.
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-Cantaremos juntos. -Tú no cantas. -Contigo sí. |
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Porque el ser humano tiene mecanismos de protección y de defensa ante lo que le aterra, pero está desnudo y vulnerable ante lo que le hace disfrutar, y nace el miedo a perderlo.
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-Marina, con esa voz dividirás el mar en dos. Joder, pondrás de rodillas a un estadio entero.
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-No puedes estar aquí, princesa.
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-¿Tanto? El tiempo no nos mide. Ratona, tú y yo somos para siempre.
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Una oda de Friedrich Schiller se escucha al final de su última sinfonía cantada por un coro.